SOCIEDAD
El pueblo de Navarra con más de mil años de historia al que llaman "la joya escondida del Pirineo"
Se encuentra en un valle estrecho y abrupto, rodeado de montes cubiertos de bosques y surcado por regatas de rápida caída.

Valcarlos es un pequeño pueblo de Navarra que ha sabido conservar la calma propia de los rincones pirenaicos. Situado prácticamente en la frontera con Francia, se encuentra en un valle estrecho y abrupto, rodeado de montes cubiertos de bosques y surcado por regatas de rápida caída. Su paisaje, de gran belleza natural y difícil acceso, refuerza esa idea de ser una “joya escondida del Pirineo”, un lugar recogido y singular, ajeno al bullicio.
Su nombre, de tradición romance, se ha relacionado desde siempre con la figura de Carlomagno. Según la tradición, fue aquí donde el emperador acampó con sus tropas tras la célebre Batalla de Roncesvalles, acontecida en el año 778, episodio que inspiró la Canción de Roldán, una de las gestas más recordadas de la Edad Media.
El pueblo no se organiza en un único núcleo, sino en varios barrios dispersos por la ladera. El centro es Elizaldea, en torno a la iglesia, al que se suman otros como Gaindola, Azoleta o Pekotxeta. Esta estructura fragmentada, típica de la montaña navarra, da a Valcarlos un aire pintoresco y sereno, donde las casas de piedra con tejados empinados se integran de forma natural en el paisaje.
La historia de Valcarlos se remonta a tiempos mucho más antiguos, con restos prehistóricos que confirman su poblamiento primitivo. En la Edad Moderna, su ubicación fronteriza lo convirtió en escenario de conflictos como la guerra de la Convención de 1793, aunque también propició intensos lazos comerciales y familiares con las localidades de la Baja Navarra francesa. Desde 1592 cuenta con Ayuntamiento propio, consolidando su identidad como comunidad.
El Camino de Santiago atraviesa Valcarlos desde la Edad Media, siendo la primera localidad navarra por la que pasan los peregrinos que cruzan desde San Juan Pie de Puerto rumbo a Roncesvalles. Muchos lo eligen como punto de inicio de su viaje, y todavía hoy el albergue municipal mantiene viva esa tradición hospitalaria que forma parte del carácter del pueblo.
En el plano cultural, Valcarlos es conocido por la fiesta de los Bolantes, que llena de música y color las calles cada Domingo de Pascua. Los dantzaris desfilan vestidos con trajes típicos, interpretando coreografías ancestrales como las Bolant-iantzak o las danzas de los Makilariak, en las que los palos se lanzan al aire y son recogidos con destreza. Es una de las celebraciones más singulares del Pirineo navarro y atrae a visitantes de toda la comarca.
El patrimonio artístico local se concentra en su iglesia parroquial, que preside el barrio de Elizaldea. De estilo sobrio y montañés, guarda en su interior retablos e imágenes que reflejan la profunda religiosidad de la zona y su papel como lugar de paso jacobeo.
La gastronomía es otro de los atractivos de Valcarlos. Los guisos de caza, la trucha de río, el queso de oveja y las migas forman parte de una cocina recia y vinculada a la tradición pastoril. A ello se suman productos de la huerta pirenaica y la influencia de la cocina vascofrancesa, fruto de siglos de intercambio a través de la frontera.
Hoy, con poco más de 300 habitantes, Valcarlos se presenta como un remanso de paz. Un lugar donde se escucha el rumor del río, donde la vida sigue el ritmo de la montaña y donde la historia medieval convive con la hospitalidad de sus gentes. Una auténtica “joya escondida del Pirineo” que combina naturaleza, memoria y cultura en un entorno privilegiado.