Acaso demasiados años de observación desde la barrera de los acontecimientos políticos me han convencido de un hecho que considero irrefutable: las personas son lo más importante, mucho más que las propias organizaciones y, desde luego, que las regulaciones, para el desarrollo de las instituciones y, en definitiva, para el buen gobierno de los ciudadanos.
Estamos ante una nueva aparición de Pedro Sánchez, ahora en una localidad sevillana cuyos militantes socialistas dicen que son esencialmente hostiles al liderazgo de Susana Díaz, que andará a esas mismas horas de 'gira preelectoral interna' (uufff*) por la provincia de Cádiz. Pocos kilómetros de distancia física y muchos de diferencia no ideológica, sino estratégica.
Cuando escribo este comentario los tiempos periodísticos me impiden conocer el resultado de la votación entre los siete candidatos socialistas franceses que, este domingo, se enfrentaban en primarias para saber qué dos finalistas concurrirán el domingo próximo a las urnas 'internas' y, así, elegir al vencedor que, en nombre del socialismo galo, estará en las elecciones presidenciales frente a Le Pen, Fillon, Macron...
Hay ocasiones en las que a uno apenas le queda el recurso de la carta abierta, que es la antesala del pataleo, confiando en que, de alguna manera, la botella lanzada por uno, en adelante el náufrago, llegue a las playas doradas de quienes dicen que quieren salvarnos de la isla desierta en la que vivimos quienes no hemos encontrado ni puerto ni refugio en unas siglas.