COMERCIO LOCAL
Jonnathan, de repartidor a ser el rey de la tortilla de patata en Pamplona: “El fin de semana estamos a tope”
"Hemos pintado todo el bar, ahora es más acogedor, con más luz y mejor imagen”, cuenta orgulloso del gran cambio realizado.
Con solo cinco años, Jonnathan del Pino Peñafiel llegó a Pamplona desde Ecuador. Hoy, con 30, ha pasado de recorrer las calles como repartidor a ser el alma de un bar en el corazón de la ciudad. Su historia es la de alguien que, tras años de esfuerzo, ha encontrado su sitio detrás de la barra del bar Olazti, donde las tortillas de patata se han convertido en un pequeño fenómeno local.
El Olazti, situado en la calle Mayor 51, llevaba meses cerrado cuando Jonnathan decidió reabrirlo, justo antes de los Sanfermines 2025. El local, en pleno Casco Viejo, ha vuelto a llenarse de vida. “Se trabajó muy bien en fiestas. Estamos creciendo y remontando. Las noches son muy buenas con los bocadillos y la gente joven. Viene mucho universitario”, comenta, mientras saluda a los clientes que entran a probar su tortilla.
Su carta es sencilla, pero efectiva: bocadillos desde 6 euros, platos combinados y, sobre todo, sus tortillas de patata, que ya tienen fama propia. “Las que más triunfan son las clásicas: la de ali oli con jamón serrano, la de cebolla o la campera con pimientos y jamón serrano rellena de queso”, explica orgulloso. También ofrece fritos, pintxos y cafés para quienes buscan un rato tranquilo en un ambiente acogedor.
La acogida en el barrio no ha podido ser mejor. “La gente del barrio habla bien. Nos han aceptado. Les gusta y nos defendemos en un lugar acogedor donde puedes tomarte una copa de vino, un pincho, una tortilla o un café con leche”, cuenta con satisfacción. Y es que la cercanía es su sello: saluda a todos, conversa con quien se sienta en la barra y siempre tiene una sonrisa para el cliente que entra por primera vez.
Jonnathan no está solo en esta aventura. Le acompaña su pareja, Camila, que gestiona el bar Bikintza en Villava. Ambos comenzaron en el negocio hace unos años, cuando decidieron abrir su primer local. “Primero montamos el bar en Villava, que ha salido bastante bien, y nos animamos aquí en el Olazti. Estoy contento con cómo va. La cosa es que nos apoye el barrio”, afirma.
Antes de dedicarse a la hostelería, Jonnathan trabajó en distintos oficios. “He sido repartidor de licores, cervezas toda la vida. Llegó un punto en el que ya estaba cansado físicamente, porque son pechadas guapas. Me animé a coger el bar y ahí vamos”, recuerda. Repartió paquetería, carnes, vinos y licores hasta que decidió cambiar de rumbo. Ahora, con un alquiler con opción a compra, sueña con poder decir que tiene “un cachico de Pamplona”.
Los días grandes llegan a partir del jueves, cuando el bar se llena de universitarios y grupos de amigos. “Ahora hemos puesto el fútbol de pago en dos pantallas de televisión y somos los únicos que tenemos en esta zona del Casco Viejo”, comenta. Abren de martes a domingo y descansan los lunes. “El fin de semana estamos a tope. Tenemos un comedor dentro donde entran unas 33 personas más las mesas de la barra. Hemos pintado todo el bar, ahora es más acogedor, con más luz y mejor imagen”, cuenta orgulloso del cambio.
En la cocina, Jonnathan cuenta con un cocinero brasileño que le ayuda a primera hora del día y con varios jóvenes que refuerzan la barra los fines de semana. “Es cuando más jaleo hay. Si no, sería imposible”, reconoce entre risas. En la carta se pueden encontrar bocadillos de tortilla con jamón york, bacon y ali oli, jamón serrano y queso, chistorra, atún, calabacín, champiñones o campera con verduras. También hay bocatas de lomo con queso o vegetal, y otros especiales a 7 euros, como el empanado, vegetal, madrileño, ibérico, de chistorra, con queso, pimiento o bacon.
Pamplona, dice, es su casa. “Aquí tengo a mis amigos y a mi familia. He vivido en Madrid y en Castilla-La Mancha, pero Pamplona es calidad de vida, tranquilidad y seguridad. Está muy bien”, asegura mientras sirve un café.
Los Sanfermines marcaron su debut en el Olazti y fueron toda una prueba de fuego. “Fue una locura. No me esperaba tanto. Había días que dormía solo tres horas. Fue mucho más de lo que imaginaba. Estábamos a reventar. Según sacábamos la barra, había que renovarla”, recuerda. Aun así, la experiencia le dejó satisfecho: “Nos han dado un colchón para el resto del verano, que es muy largo”.
A pesar del cansancio, valora lo aprendido. “Nos superó un poco, pero todo es un aprendizaje para el año que viene. Sobre todo, en las horas pico con la procesión o los gigantes. Hay que centrarse más en los pinchos y por la noche en los bocadillos”, comenta. Solo la primera noche de San Fermín vendieron unos 600 bocadillos, una cifra que resume el ritmo frenético de las fiestas. “Teníamos la experiencia de las fiestas de Villava, pero ni punto de comparación. Teníamos todo reservado para almuerzos y comidas”, recuerda.
Las reseñas de los clientes son su mejor carta de presentación. “Muy buena atención, limpio y ordenado, el dueño muy agradable. Todo delicioso”, dice una. “Buena variedad de pintxos y fritos, buena calidad-precio. Volveremos”, añade otra. También hay quien destaca su ambiente: “Bar en el centro, perfecto para ver el fútbol tanto en la zona de barra como en el comedor. El mejor bar que vine desde que llegué a Pamplona, súperagradable y con trabajadores muy amables”.
El bar Olazti ha encontrado su sitio entre el bullicio del Casco Viejo. Y su dueño, Jonnathan, también. Con esfuerzo, cercanía y muchas tortillas, ha conseguido algo más que un negocio: un lugar donde los clientes se quedan a gusto y siempre quieren volver.