"Es el cierre de un ciclo". La mítica Librería Leoz, ubicada desde 1942 en el número 38 de la plaza del Castillo, baja su persiana este domingo para siempre.
Antonio Leoz es la tercera generación de uno de esos comercios locales de toda la vida que han acompañado a los pamploneses durante décadas: "Hemos decidido cerrar a raíz de la muerte de mi madre el pasado lunes. Pude cuidarla y estuve con ella en todo momento, pero cuando vi hacia dónde iba, empecé a pensar y decidí cerrar. Ella fue la vida de la tienda", confiesa con los ojos llorosos.
Sin embargo, Leoz afirma que no contar con relevo generacional también ha sido un factor determinante, ya que, a pesar de tener dos hijas, "ellas han tomado sus propios caminos y este es un negocio muy sacrificado".
"Llevo 35 años trabajando de lunes a domingo. La tendencia de la prensa y de las revistas va bajando, ahora la gente joven se informa por otros medios y ves que tu clientela ya es mayor", dice.
A pesar de ello, el pamplonés reconoce que lo que más va a echar de menos va a ser a su clientela fija que, después de tantos años, "se han convertido en amigos". "Me lo están demostrando estos últimos días. Están viniendo a despedirse, me traen flores, bombones, vino, un chico me ha traído un cuadro pintado por él... Muchos detalles y mucho cariño", asegura.
Antonio Leoz manifiesta que estos días está teniendo "sentimientos encontrados, mucha pena porque cerrar un negocio de tres generaciones pesa, pero también muchas ganas de poder descansar y estar con la familia, tener fines de semana y no desayunar solo".
Desde hace años, esta librería abría a las 7 de la mañana para ofrecer a los vecinos de Pamplona la prensa a primera hora y también para repartir por los bares de la ciudad. Muchas de esas mañanas, su madre se acercaba hasta la tienda, a pesar de no trabajar desde hace años, y llevaba cafés para desayunar.
Además, Leoz recuerda que el 6 de julio siempre ha sido un día especial en la librería: "Desde hace 30 años, venían todos mis amigos y aquí comenzábamos las fiestas. Abríamos un champán frío que preparaba mi madre y celebrábamos el cohete".
"Ahora toca descansar y cuidar a mi familia, no tengo pensado nada en concreto", concluye este pamplonés que, después de 35 años al frente de este negocio generacional, cerrará la puerta con doble llave para siempre.
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