En Pueyo, un pequeño pueblo de apenas 361 habitantes, hay un lugar que es mucho más que un comercio. Entre las calles empedradas y en cuesta de esta localidad, se encuentra Solanoa. Es tienda, es bar, y un punto de encuentro para los vecinos. De hecho, para muchos de ellos casi es más un servicio social.
Al frente está Estíbaliz Mangado Izurriaga, de 47 años, vecina de toda la vida, que este año celebra una década al frente de este negocio que da vida al municipio. "Vivo en el pueblo desde pequeña. Toda mi familia está aquí", constata.
Y disfruta tanto de Pueyo que hace una década se lanzó a regentar este negocio. Su historia al frente de Solanoa comenzó cuando un vecino, dueño por aquel entonces de este establecimiento, se jubiló y buscó un relevo. En ese momento, Estíbaliz estaba en paro y decidió lanzarse a la aventura junto a una amiga. “Casi a los cinco años me quedé sola al frente”, recuerda.
Reconoce que ponerse al frente de este comercio fue todo un reto. Aunque había trabajado de cara al público como comercial de telefonía móvil durante 14 años, esta experiencia era completamente nueva para ella. Aún así, hace un balance muy positivo de estos 10 años en Solaona.
Más que una tienda: el punto de encuentro de Pueyo
“Disponer de este local en un pueblo pequeño donde poder hacer compra de lo básico, quedar a tomar café u otra cosa, es un privilegio”, afirma Estíbaliz. Fruta, verdura, carne o pan. Pero también un café con amigos, un vermut o una tarde de charla. Solanoa es, en palabras de su propietaria, “un sitio de referencia, centro de reunión del pueblo”.
De hecho, casi lo ve más así que como un comercio al uso. Y eso porque su papel va mucho más allá. “Si pasa cualquier cosa, siempre vienen a preguntar aquí. Me conocen de siempre y eso da confianza”, asegura.
Además de los servicios tradicionales de tienda y bar, realiza encargos a domicilio, recogida de paquetería, ayudar a pedir cita para renovar el DNI o la ITV, etc. Incluso le toca hacer de 'psicóloga' en algunos momentos de desahogo. “Me toca hacer muchos favores”, admite.
Lejos de mostrarse apesadumbrada por todos estos esfuerzos, asegura que lo hace encantada porque le gusta ver como los clientes salen satisfechos de su negocio.
Diez años de cambios y aprendizajes
Desde que abrió sus puertas, Solanoa ha vivido momentos de todo tipo. La pandemia marcó un antes y un después: “Me tocó ver el miedo y la tristeza de la gente, les llevaba a los domicilios las compras para que no salieran”, rememora. Fueron tiempos duros, pero también de aprendizaje: “Esperemos que no se vuelva a repetir, la gente hemos cambiado mucho”.
Sin embargo, no todo ha sido negativo. “Ahora hay muchos niños que dan alegría, aunque también me ha tocado perder a gente que venía habitualmente”, explica. Mangado ofrece un trato muy cercano a los clientes. Además, muchos de ellos son habituales y pasan a diario por este establecimiento, ubicado en el número 7 de la calle mayor. Por eso, es inevitable que acabe encariñándose con ellos.
Renovarse sin perder la esencia
A lo largo de estos años, Estíbaliz ha sabido darle su propio sello al negocio. Con la ayuda de su sobrino Asier, han renovado logotipo, señalización y la imagen de estanterías, puertas y ventanas. Además, en Navidad regaló bolsos personalizados con motivo del aniversario. Y, para las fiestas locales, prepara vasos conmemorativos.
Solanoa nació como parte de un programa de ayudas a los llamados “comercios a mano”, pequeños establecimientos que garantizan servicios básicos en el mundo rural. Diez años después, sigue siendo un ejemplo de cómo estos negocios se convierten en imprescindibles para la vida de los pueblos.
Y, ahora, ¡a por otros diez!
Concretamente, será en octubre de este año 2025 cuando celebrará su primera década al frente de Solanoa. Aunque todavía no ha decidido cómo, asegura que “alguna sorpresa habrá”. Entre bromas, también avanza un proyecto personal: “Voy a escribir un libro: 'Vivencias detrás de la barra en Pueyo'”.
Cuando le preguntan si se ve dentro de diez años, responde con sinceridad: “Es muy difícil mirar a 10 años vista, pero creo que sí. Seguiré mientras tenga a mi gente que me apoya, me anima y muchas veces, también, me aguanta”. En Pueyo, nadie duda de que ese apoyo lo tendrá mucho tiempo.