Santosa Lie llegó a Pamplona hace más de cuarenta años con un equipaje lleno de idiomas, curiosidad y un amor recién estrenado. Había conocido a Mercedes Echeveste Atorrasagasti muy cerca de Osaka (Japón), en 1978, mientras ambos estudiaban japonés.
Él venía de Bali (Indonesia), ella de la capital navarra donde había estudiado filosofía y letras, aunque natural de Andoáin, y la vida, caprichosa, quiso que sus caminos se cruzaran a más de 10.000 kilómetros de casa.
“Estuve como cuatro años allí en varias fases”, recuerda Mercedes, que acaba de cumplir 70 años. “Para un español, el japonés es más fácil de pronunciar que el inglés”, dice entre risas. Cuando regresó a España, Santosa la siguió.
Se casaron en Pamplona en 1983, en un momento en que la ciudad apenas conocía lo que era un producto ecológico o una infusión detox. Pero ellos sí sabían lo que querían: una vida tranquila, compartida, sin prisas, y, si era posible, detrás de un mostrador.
Desde entonces, no se han separado. Tampoco han cambiado de oficio. Él tiene ahora 69 años y los dos siguen al frente del negocio que montaron juntos. Durante décadas, han atendido sin descanso a los vecinos del barrio, muchos de los cuales han pasado por allí. “Ya nos conoce todo el barrio. Incluso a tres generaciones de una misma familia”, comenta Mercedes con esa mezcla de orgullo y asombro que solo dan los años.
Ahora, con más de cuatro décadas de trabajo compartido, la pareja ha decidido poner fin a esta etapa. “Este año hacemos 41 años en la tienda y ya pensamos cerrar. A ver si podemos en octubre o así”, adelanta Santosa. Lo hacen sin nostalgia, pero con la certeza de haber dejado una huella.
“Físicamente estamos bien. No nos podemos quejar y la tienda funciona. Lo dejamos por edad, no porque no vaya bien”, aclara. No hay relevo familiar, y aunque no sienten una gran pena, sí reconocen que hay clientas que lo están sintiendo más que ellos: “A las clientas sí que les da pena”, confiesa Mercedes.
El local al que han dedicado media vida nunca ha dejado de funcionar bien. El boca a boca y la atención cercana les han asegurado una clientela fiel, que ha valorado siempre su asesoramiento, su trato y la variedad de productos. En internet abundan las reseñas entusiastas: “Increíble variedad de productos naturales y herbodietéticos. Buen asesoramiento y un trato muy amable. Volveré para comprar más productos”, escribe una vecina. “Hace casi 20 años que lo visité por primera vez y ahí sigue, aguantando. El dueño es atento y agradable”, añade otra.
Su aventura empezó con una propuesta inesperada. Se habían hecho amigos de los dueños de una tienda llamada Ortzadar, y un día les ofrecieron abrir su propio negocio en un local que antes servía bacalao. Aceptaron. Eligieron un nombre que, en japonés, significa arco iris, y poco después echaron a andar. Desde entonces, han estado en el mismo lugar: la calle Padre Barace número 1, en el barrio de Iturrama.
El negocio, llamado Niyi, está ahora en venta. Un portal inmobiliario lo describe como “comercio más que conocido y valorado en el barrio, con su clientela fija, próspero, con 40 años de funcionamiento y buena facturación demostrable”. El espacio, además, está bien equipado: amplio escaparate, zona de atención al público, despacho, aseo, fregadero y almacén con entrada independiente desde la calle.
No se trata solo de comprar un local. Es la oportunidad de recoger el testigo de una vida compartida, de continuar con un proyecto que ha sido durante más de cuarenta años parte del alma del barrio.
