El cumpleaños número 99 de María Segura López no ha sido uno cualquiera. Lo vivió sin luz, sin ascensor y con una subida épica de escaleras bajo el brazo. Una jornada inesperada que terminó en una merienda con su familia en la capital navarra y en una avalancha de cariño que convirtió una simple anécdota en un homenaje a la vitalidad.
Por la mañana fue a la peluquería, como suele hacer en los días señalados. Quería estar guapa para recibir en casa a su hija Cristina y al resto de la familia, que le prepararon una merienda especial con tortilla de patatas, quesada y varias tartas. Todo parecía listo para una celebración tranquila, hasta que la realidad cambió de golpe.
A las 12:33 horas, un apagón eléctrico interrumpió el suministro en buena parte de la ciudad. Cuando María regresó a su edificio, el ascensor ya no funcionaba. Y ella vive en un séptimo piso. No había más opción que tomárselo con calma y subir, escalón a escalón, los 130 peldaños que separan el portal de su puerta.
La escena ocurrió en un edificio de la avenida de Sancho el Fuerte, en Pamplona. Ayudada por su hija, y con una silla plegable que les prestó un vecino llamado Pablo, María se fue deteniendo en cada planta para coger aire antes de continuar. “Subir al séptimo piso era una verdadera proeza, sobre todo para mi madre, que además cumplía los 99 años”, contó Cristina en un mensaje dirigido al grupo de vecinos.
No fue la única en echar una mano. Ana, otra vecina, se sumó a la subida con ánimos y aplausos. “Poco a poco, María llegó como una campeona”, agradeció su hija. Ya en casa, celebraron la merienda como estaba previsto. Y María, entre bocado y bocado, soltó una frase que define su carácter: “No sé lo que es tener un dolor de cabeza. No he ido nunca al hospital y como de todo”.
Natural de Murieta, esta navarra de casi un siglo de vida demostró tener energía de sobra. Mientras su hija compartió la historia con humor (“mi madre está encantada con todas las anécdotas y dispuesta a repetir... nooo, es broma”), el resto de vecinos llenaron el grupo con mensajes de afecto y chistes.
“¡Aúpa María! El año próximo quitamos la luz para que vuelva a subir con 100 añicos”, escribió uno. Otro propuso una pausa estratégica en el trayecto: “María, si quieres haz parada a mitad de camino, en el 4.º, y José Manuel o yo te ofrecemos un tentempié para el segundo tramo”.
Y por si no hubiera suficiente emoción, en el portal contiguo, su hermana Angelines vivió su propio susto: quedó atrapada en el ascensor junto a su hija cuando se dirigía a felicitar a María en persona con un ramo de flores. Estuvieron encerradas durante una hora hasta que, gracias a la ayuda de los vecinos, pudieron salir.
Entre flores, escaleras y bromas, María terminó el día como lo empezó: sonriendo. Como si subir siete pisos a pie fuera solo otro capítulo más de una vida llena de fuerza.