El 9 de agosto del año 2000, Francisco Casanova, más conocido como 'Paco' por sus allegados, regresaba a su casa número 109 de la calle Askatasuna de Berriozar. Regresaba de cumplir con su jornada laboral en el cuartel de Aizoáin. Nunca llegó a su domicilio. Los terroristas asesinos de ETA se cruzaron en su camino.
Este miércoles, se cumplen 23 años de este atentado en Navarra, que conmocionó a la población y animó a muchas personas a pedir públicamente la paz, rompiendo así con el silencio en torno al terrorismo de ETA.
Vecinos de Paz ha convocado un homenaje, que se realizará este mismo miércoles por la tarde en Berriozar. Comenzará a las 19 horas con una misa, a la que seguirán una ofrenda floral y un encuentro de jotas. "Hay un empeño infame de pasar página y olvidar a quienes perdieron la vida por la libertad de todos, por España. Por ello, Vecinos de Paz no nos cansaremos de decir: No vamos a olvidar aunque se empeñen", señalan desde esta asociación.
Aquel 9 de agosto de hace 23 años, los etarras decidieron acabar con su vida en la misma puerta de su casa. Sabían que el militar, subteniente en el Órgano Asesor del Mando en Asuntos Diversos, alternaba diferentes rutas por seguridad, por lo que esa era la única manera de acabar con él.
No les importó lo más mínimo que en el domicilio pudiera estar su mujer, Rosalía Sáinz-Aja, o hijos, Javier y Laura, de once y seis años. A plena luz del día, a las 15:15 horas los asesinaron sin miramientos.
A esa hora, Francisco llegó con su coche la rampa de acceso al garaje del chalé familiar. El etarra encargado de matarlo lo esperaba ya en la calle, junto a la puerta del aparcamiento. Dejó que el coche lo sobrepasara para ponerse de espaldas a su objetivo.
Casanova debió de percibir algo sospechoso y se giró en el preciso instante en que el terrorista apretaba el gatillo de su pistola FN Browning. Cuatro disparos a través de la ventanilla trasera izquierda del vehículo acabaron con su vida. Tres balas le alcanzaron en la cabeza y una más en la mano. El subteniente falleció en el acto.
Su hijo de once años escuchó los disparos. Le sorprendieron cuando se encontraba junto a la puerta de la vivienda familiar. Salió inmediatamente a la calle y se encontró con una escena dantesca que le arrebató de golpe la infancia: su padre yacía inerte y ensangrentado ante sus ojos.
