Un equipo multidisciplinar del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra concluye que la cirugía bariátrica logra una pérdida de peso mayor que los tratamientos con agonistas del receptor GLP-1 y que los cambios de estilo de vida basados en dieta y ejercicio.
El estudio, publicado en la revista Obesity junto a especialistas del Imperial Weight Centre de Londres (Imperial College Healthcare NHS Trust), analiza por primera vez el beneficio clínico comparado entre procesos quirúrgicos, nuevos fármacos incretínicos y cambios de hábitos a partir de datos de ensayos clínicos aleatorizados con más de 20.000 pacientes con obesidad.
Los investigadores evalúan tres indicadores: el porcentaje de pérdida de peso total, el índice de masa corporal (IMC) y la composición corporal. Según explica el Dr. Lucas Sabatella, primer autor del trabajo y especialista en formación del Departamento de Cirugía General y Digestiva de la Clínica, “la diferencia a favor de la cirugía bariátrica se observa de manera consistente en los tres indicadores estudiados”.
El metaanálisis incluye dos técnicas quirúrgicas —gastrectomía tubular y bypass gástrico— y tres fármacos —liraglutida, semaglutida y tizepatida—, lo que permite comparar cada intervención dentro de una misma red de evidencia. Los resultados muestran que, aunque los agonistas GLP-1 consiguen una pérdida de peso clínicamente significativa, la cirugía bariátrica sigue siendo la estrategia más efectiva para reducir el peso ponderal —teniendo en cuenta el peso inicial de cada paciente— al menos durante dos años desde el inicio de la intervención.
“El tratamiento farmacológico con tizepatida mostró resultados especialmente favorables en los ensayos clínicos, pero estos estudios se desarrollan en un contexto de seguimiento médico muy estrecho en el que los pacientes alcanzan los objetivos con más facilidad”, subraya el Dr. Sabatella. Además, añade que los estudios en pacientes sin un acompañamiento profesional tan continuado describen que más de la mitad suspende el tratamiento en los primeros meses, lo que limita su efectividad.
A esa situación se suma, según el trabajo, “la falta de información robusta sobre la eficacia y la seguridad de estos fármacos a largo plazo”, y el hecho de que los estudios longitudinales muestran que, cuando se interrumpe el tratamiento con agonistas GLP-1, puede producirse un efecto rebote, con recuperación parcial o total del peso perdido.
El Dr. Víctor Valentí, codirector del Área de Obesidad de la Clínica, destaca que “la cirugía bariátrica es una intervención con una tasa de complicaciones muy baja. Es la mejor opción en pacientes adecuadamente seleccionados”. En su opinión, los fármacos actúan sobre hormonas intestinales que regulan el apetito, el metabolismo y la glucosa aumentando la saciedad, pero “tienen una tasa alta de abandono que se traduce en una recuperación del peso perdido”.
El trabajo incluye también un subanálisis en pacientes con diabetes tipo 2. En ese grupo, la pérdida de peso, la reducción del IMC y del perímetro de cintura fue mayor entre los intervenidos con cirugía bariátrica. Aun así, los autores subrayan que los agonistas GLP-1 también mejoran de forma significativa el control glucémico y son una herramienta terapéutica eficaz, especialmente en pacientes que no son candidatos a cirugía.
Por su parte, el Dr. Manuel Landecho, especialista en Medicina Interna del Área de Obesidad y de la Unidad de Chequeos de la Clínica, recuerda que “la obesidad es una enfermedad crónica en cuyo tratamiento las expectativas del paciente son un punto central, y define la mejor opción de tratamiento en cada caso”. Y añade que, para personas con mayor acumulación de tejido adiposo o a las que la obesidad limita más su vida diaria, la cirugía es un tratamiento claramente superior y es importante valorar todas las alternativas para personalizar al máximo el abordaje.