Navarra celebra este miércoles, 3 de diciembre, el día de San Francisco Javier, patrón de la Comunidad foral. La figura del santo ha sido reconocida en el mundo entero por su legado misionero y por una vida dedicada a la evangelización en algunos de los territorios más lejanos del siglo XVI.
San Francisco Javier nació en 1506 en el Castillo de Javier. Estudió filosofía y teología en París hacia mediados de la década de 1520. Durante esos años conoció a Ignacio de Loyola, quien lo incorporó al proyecto de fundar una nueva orden religiosa. Fue ordenado sacerdote en Roma en 1537 y se dedicó a obras de caridad.
En 1541 inició su viaje hacia Oriente. Durante diez años evangelizó en la India, Japón y otras regiones de Asia.
Falleció en 1552, a los 46 años, en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China. En 1621 fue proclamado patrono de Navarra, una decisión ratificada por las Cortes del Reino en 1624.
Los últimos diez años de su vida los pasó como misionero en las Indias portuguesas y Japón. Se calcula que recorrió unos cien mil kilómetros.
Cuando intentaba entrar en China enfermó, probablemente de pulmonía, y murió el 3 de diciembre de 1552. De ahí que el Día de Navarra se celebre en esa fecha.
Su apostolado llegó al sur de la India, Ceilán, Malaca, las Islas Molucas y Japón. Mientras esperaba la oportunidad de entrar clandestinamente en China, falleció. Su cuerpo fue trasladado a Goa, donde ha llegó en la primavera de 1554 y donde permanece todavía.
El papa Gregorio XV lo canonizó en 1622, junto a otras figuras como San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Jesús. Con el tiempo fue nombrado patrono de distintos territorios e instituciones. En 1748 fue declarado patrono de las tierras al este del cabo de Buena Esperanza. En 1904, patrono de la Obra de la Propagación de la Fe.
En 1927, Pío XI lo nombró Patrono de las Misiones junto a santa Teresita del Niño Jesús. En 1952, Pío XII lo proclamó patrono del turismo. Además, es patrono de la Rama Caminantes del Movimiento Scout católico y copatrón de Navarra junto a San Fermín de Amiens. Su festividad se celebra cada 3 de diciembre.
Francisco Javier formó parte de la primera expedición misionera de la Compañía de Jesús a la India. Partió desde Goa hacia regiones desconocidas. En 1549 alcanzó Japón, donde en un año logró alrededor de cien conversiones. Ese avance provocó su expulsión por parte de las autoridades japonesas.
Una placa en el exterior de la iglesia de San Agustín, en Pamplona, recuerda la primera Javierada, celebrada el 5 de marzo de 1886. La peregrinación nació como agradecimiento por la protección del santo frente al cólera. En aquella primera caminata se reunieron unas 20.000 personas.
Desde entonces, miles de navarros han continuado la tradición cada año viajando a Javier para honrar a su patrón.
En 1545, Francisco Javier escribió desde Cochín al rey de Portugal para denunciar el trato injusto que recibían los nuevos cristianos. En su carta advirtió del peligro de que muchos regresaran al paganismo por los abusos que sufrían.
En otras misivas también fue muy crítico con la conducta de los europeos en Oriente, señalando la facilidad con la que se dejaban llevar por intereses económicos.
En las costas de la Pesquería, frente a Ceilán, vivía la tribu de los paravas, bautizada por los portugueses pero sin formación religiosa. Javier viajó trece veces a aquella zona, aprendió su idioma y dedicó tiempo a instruirlos. Ha administrado tantos bautismos que en ocasiones, según contaba, apenas podía mover los brazos.
Los paravas, considerados de casta baja, le recibieron en todas estas ocasiones con enorme gratitud.
San Francisco Javier aprendió tagalo y llegó a traducir al japonés una exposición sencilla de la doctrina cristiana. Logró numerosas conversiones, lo que despertó recelos entre las autoridades.
Tras su marcha, una pequeña comunidad cristiana permaneció viva gracias a los creyentes locales, como comprobó años más tarde el misionero Luis de Almeida.
Goa, colonia portuguesa desde 1510, contaba con numerosos cristianos, aunque muchos habían abandonado la práctica religiosa. Francisco Javier intentó renovar aquella comunidad instruyendo a jóvenes, ayudando a enfermos y presos y llamando a niños y esclavos al catecismo por las calles.
Cada domingo celebraba misa para leprosos y predicaba a cristianos e hindúes. Su carácter cercano y su entrega permitieron recuperar muchas almas cristianas.
Cuando su tumba fue abierta semanas después de su muerte, quienes la examinaron comprobaron que el cuerpo se conservaba en buen estado. Posteriormente fue trasladado a Malaca y, más tarde, a Goa. Allí permanece en la iglesia del Buen Jesús, donde continúa siendo objeto de veneración.
