SOCIEDAD
El pueblo de Navarra que recibe el año corriendo a la fuente: el rito del “agua nueva” que sigue vivo
En cuanto suenan las campanadas, los jóvenes recogen el “agua nueva” de las fuentes y la reparten por las casas del pueblo.
En cuanto suenan las campanadas, los jóvenes recogen el “agua nueva” de las fuentes y la reparten por las casas del pueblo.
La localidad navarra de Urdiain demuestra cada Nochevieja que es capaz de cuidar sus tradiciones. Mientras en la mayoría de los hogares navarros se mira la tele y se comen uvas, este pueblo de la Barranca mantiene un rito que ha pasado de generación en generación y que tiene un protagonista inesperado: el agua.
La escena es sencilla, pero muy simbólica. Justo después de la última campanada del 31 de diciembre, los jóvenes salen a las fuentes del pueblo para recoger lo que allí llaman “agua nueva”. Llenan jarras a toda prisa, en un gesto que se repite año tras año y que marca el inicio de un nuevo ciclo.
Esta tradición se conoce como “Ur goiena, ur barrena”. El nombre acompaña a un ritual que une a vecinos y cuadrillas en el momento más especial de la noche. La idea es clara: empezar el año con agua limpia, recién tomada, como señal de renovación y de buenos deseos.
Según explican en el pueblo, el rito tiene un reparto de papeles muy concreto. Los encargados de recoger el agua son un chico y una chica de los quintos. Cada uno acude a una fuente diferente. Y, en cuanto suenan las campanadas de medianoche, llenan sus jarras y las llevan corriendo hasta el lugar en el que espera el resto del vecindario.
Allí, en vez de brindar con cava, se bebe el agua de la fuente, procedente de la montaña. Y se comparte también un momento de hermandad. Es el agua del año nuevo.
El rito no se queda solo en la recogida. Después, los mozos recorren las casas del pueblo cantando coplas en euskera y ofreciendo el agua a los vecinos. Quienes abren la puerta suelen agradecer el gesto con un detalle, un aguinaldo que sirve de cierre a esa ronda nocturna.
Se trata de un acto lleno de simbolismo. Llevar el agua al cura, al alcalde y a los vecinos se entiende como una forma de bendecir el año nuevo. Un gesto de renovación, de protección y de comunidad que, precisamente por su sencillez, ha tenido fuerza para permanecer.
Esta tradición se ha celebrado también en otros puntos de la zona. Se ha citado en algunos pueblos de la Barranca-Burunda y en pequeñas poblaciones de los valles de Imoz y de Larráun.
En Urdiain, sin embargo, el “agua nueva” tiene ese punto menos conocido que la hace todavía más especial. Porque, al final, la tradición no necesita grandes escenarios: solo una fuente, una jarra y un pueblo que quiere empezar el año recordando que lo esencial, muchas veces, está en lo más simple.