Este martes, en la Casa del Almirante de Tudela, ha tenido lugar la entrega de premios del ya tradicional concurso de microrrelatos que la EPEL Tudela – Cultura organiza cada año para celebrar el día del libro.
La concejal de Cultura, Icíar Les, ha abierto el acto recordando que las librerías de Tudela “Letras a la Taza”, “Santos Ochoa” y “Arco Iris” han participado en la celebración de esta jornada colocando sus puestos de venta de libros en la Plaza de los Fueros pero que, debido a las inclemencias del tiempo, han tenido que recoger sus stands antes de lo previsto.
Además ha señalado que este año, como novedad, se ha organizado la actividad “Senderos de palabras”, colocando veinte vinilos en la Calle Gaztambide Carrera con frases célebres de la literatura nacional e internacional.
José Javier Alfaro, en representación del grupo literario Traslapuente, ha conducido el acto en el que Icíar Les, como concejal de Cultura y Elena Sánchez, en representación de los miembros del jurado, han sido las encargadas de entregar los premios correspondientes a los ganadores.
Los 7 microrrelatos seleccionados por el jurado han sido publicados en la red social Facebook, del 18 al 22 de abril, recibiendo la votación del público. De este modo, el microrrelato “Se descubrió el pastel”, de Iris Alfaro Borobia ha obtenido uno de los tres premios del concurso.
Los otros dos premios, otorgados por el jurado, han sido para los microrrelatos “Prefiero quedarme" de Maite Sanz Gallego y “Asumir el papel”, de Gerardo Borja Álava Fernández.
Al finalizar la entrega de premios, los ganadores y finalistas presentes en el acto han posado en una foto de recuerdo junto a los miembros del jurado y la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Tudela.
El microrrelato ganador del concurso de Tudela
Se descubrió el pastel
Todo estaba saliendo a pedir de boca. La niña estaba feliz rodeada de globos y regalos, la familia política participaba en la fiesta y hasta parecía pasar un buen rato. Cada día me iban aceptando mejor y, por fin, ya me consideraban una más.
Llegó el momento de la tarta. Había preparado una cobertura personalizada para la ocasión. Mis pinitos en el uso de Canva me acercaban a nivel experto en diseño gráfico.
¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz...! Coloqué el pastel delante de mi pequeña, le quité con mucho cuidado el papel que lo envolvía y... comenzó el esperpento: mi hija comenzó a llorar desconsoladamente, mi cuñado dio un puñetazo en la mesa, mi suegro juraba en hebreo, mi cuñada soltó una risa histérica, mi suegra comenzó con su tic del ojo y mi marido me lanzó una mirada fulminante. El sonido del móvil me devolvió a la fatídica realidad: "Perdone, llamo de la pastelería, ha habido una confusión con la tarta y se ha llevado una que lleva el escudo del Barcelona".
En algún otro punto de la ciudad, alguien estaría disfrutando de una tarta de unicornios con un ¡Felicidades Alicia! con letras en color rosa buganvilla, la última tendencia.
Si al menos el pastel hubiera sido de merengue...
Segundo premio del concurso de microrrelatos de Tudela
Prefiero quedarme
Hace años que me ausenté y no fue por mi gusto, nunca imaginé que no regresaría.
Desde el lugar que habito, he visto pasar los bueyes y crecer las margaritas del prado verde, me he nutrido con sangre de granada y un manto de amapolas me embellece.
Son las cinco de la tarde, llora en vano el agua sobre la tierra Yerma y despiden a gritos con su llanto, a un niño, los gitanos.
En casa de Bernarda no se cuela ni la luz por los postigos y entre sus muros se marchitan azucenas.
Ilumina la luna el camino a los jinetes y se oye a lo lejos el gemir de la guitarra. Mientras tanto, al otro lado del mundo, canta el negro rey de Harlem.
Si todo es inmortal, si yo ya sé que he vencido, no me busquéis más, no necesito una placa donde ponga Federico.
Tercer premio del concurso de microrrelatos de Tudela
Asumir el papel
Las preguntas de aquel examen, tomaron los nervios del muchacho en pura resignación. Por si fuera poco, su mesa cojeaba. Se agachó para intentar nivelarla cuando, observó junto a la pata un papel. De color verde oliva, tenía frases garabateadas y, estaba doblado a conciencia. Señor Gómez ¿se puede saber qué hace? Incorporándose, trató de ocultar la nota sin saber por qué. La profesora se acercó de inmediato y, requisó el papel. Él, no tuvo tiempo de leerlo pero, observó cómo ella desde la tarima, comenzaba a mirarle, incrédula. Al día siguiente, ella le devolvió el examen. Está bien, señor Gómez -susurró- "aprobado" y... acepto su invitación. Ante el trémulo rostro del muchacho, ella le mostró la nota del día anterior: "Porfavor, déjeme invitarla a salir este fin de semana". El muchacho tragó saliva. Apenas pudo balbucear una excusa cuando, ella guardó la nota de nuevo.
La mañana del domingo, el señor Gómez ya no era un muchacho. Despertó sin la espina de los días, junto a su profesora, observando el verde oliva de aquella habitación en que no había reparado la noche anterior. El mundo era tan maravilloso aquel día que, cuando buscó su ropa, tampoco reparó en la cajita repleta de notas, todas del mismo color. A la semana siguiente, momentos antes del examen de inglés, ella le cambió de pupitre sin avisar. Ocupando su antiguo lugar, otro alumno se agachaba ya para nivelar la mesa. Sobre el suelo, un papel; doblado, de color verde oliva.
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