Desde el sentido común, el no apasionamiento, la creencia más o menos firme -sólo más o menos- de que todos deben pensar que lo mejor para el país es la solución que ofrecen y de que les importa más el conjunto de los ciudadanos que sus propias vanidades, desde todos esos puntos de vista, no resulta nada fácil entender qué está pasando y cuál es el futuro que nos espera.
Resulta comprensible que la foto de una Infanta de España sentada en el banquillo de los acusados concite un lógico interés mediático porque todos los segmentos de la población esperaban este día; unos para ver si se aplicaba la doctrina Botín y otros para discutir el modelo que podría llevar para la ocasión la encausada.
Vale, ya sé que cuesta creo que once euros visitar el Palacio Real, pero en ese negocio, si es que lo es, no tiene arte ni parte Felipe VI que eligió precisamente ese marco para el mensaje de Navidad y creo que por una doble metáfora: en primer lugar dejó claro que aquel lujo era de todos los españoles y a la vez que quien desde allí hablaba no era un padre de una familia cualquiera --esa bobada-- sino el Rey/Jefe de Estado.