- miércoles, 02 de abril de 2025
- Actualizado 20:04
Hay semanas en las que rastrear la realidad en busca de inspiración es terrible. No sólo por lo desalentador de vivir en la bronca continua, centrados en lo pequeño, sino porque es aburrido volver una y otra vez sobre los mismos temas. Bastante que nos leen. Al menos en este periódico leernos reopinando no les cuesta dinero.
Existe la costumbre de esperar a que suceda algo extraordinario o que se cumpla determinada fecha para celebrar o para felicitarnos, sin embargo cuesta reconocer el mérito que tiene sobrevivir al día a día, a resistir, o al simple hecho de avanzar tomando decisiones independiente de que algunas sean exitosas o un fracaso estrepitoso.
Kamchatka es una preciosa y desgarradora película argentina de 2002, que explica con esta península del tablero del Risk lo importante que es tener un lugar donde resguardarse y desde donde resistir. Kamchatka puede ser un lugar, o un momento o lo que cada uno necesite. Mi Kamchatka particular aparece cada 6 de julio en Pamplona.
Otra vez muertos, otra vez miedo y otra vez la veda abierta para los debates para ver quién tiene razón. Otra vez. Con la sensación además de que no será la última vez, y volveremos a asustarnos, volveremos a discutir, y a no hacer nada serio para solucionar el problema. Eso sí, siempre podemos quitar o poner una bandera. Y arreglado.
Vaya título, pensarán, para desayunar un sábado. Tenía un tema pensado, y casi perfilada mi colaboración de esta semana, pero me han sacudido dos acontecimientos que han hecho que cambie de idea. Supongo que mi amateurismo todavía hace que quiera escribir pegado a la actualidad en lugar de programarme, denme tiempo.
Estos días se está jugando el mundial de Rugby, como todos sabrán, en Inglaterra. Y en la primera jornada pasó algo que lleva a la reflexión, en un deporte donde no existe la suerte en el campo, la dos veces campeona del mundo Sudáfrica, cayó ante Japón, que solo había ganado un partido hasta la fecha en los mundiales