- domingo, 20 de abril de 2025
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El encarcelamiento de dos titiriteros acusados de enaltecimiento del terrorismo tras representar en Madrid una obra en la que sobre el cuerpo de una bruja aparecía un cartel que rezaba "Gora Alka-Eta" ha puesto a prueba la altura variable de los listones de nuestra democracia en lo que se refiere a la responsabilidad política y penal.
El único delito que cometieron Alfonso Lázaro y Raúl García, los titiriteros encarcelados por decisión del juez Moreno de la Audiencia Nacional, no lo cometieron ellos, sino el o la impresentable que contrató su espectáculo "gore" de guiñol para, se supone, aterrorizar a los niños del humilde barrio madrileño de Tetuán.
Con ser abominable, lo peor no es querer convertir en producto cultural un elogio a Al Qaeda y Eta, presentados como loable sindicación de dos modalidades tan distintas y tan distantes de violencia contra el poder: "Gora Alka-Eta", rezaba la pancarta exhibida al final del espectáculo.
Un trabajador de los servicios de limpieza captó con su móvil en la noche del domingo cómo un taxista conducía durante varios kilómetros en sentido contrario. Las imágenes muestran a los operarios intentando disuadir al chófer, que cuadruplicaba la tasa de alcohol permitida, según ha informado la Cadena Ser.