Los huevos rotos del bar Txipi Txapa se han convertido en una pequeña revolución gastronómica a las puertas de Pamplona. En apenas cuatro años, este local familiar ha conquistado a los clientes por su sabor casero, su generosidad en las raciones y, sobre todo, por la constancia de una pareja que lo ha levantado con esfuerzo y mucho trabajo diario.
Está muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en este apartado de comercio local como el bar restaurante Vista Bella o la ferretería de José Antonio Mendive.
El bar es el proyecto de Patxi Domínguez Gurpegui, pamplonés de 60 años, y de Sulema Flores Hernández, hondureña. Juntos han logrado que un plato tan simple como el huevo roto se transforme en una seña de identidad.
“Estamos consumiendo de media unas dieciséis docenas de huevos al día y unos quince kilos de patatas. Hacemos tres tipos de bandejas y se venden diariamente unas cuatro de cada variedad”, explica Patxi con una sonrisa que mezcla orgullo y cansancio.
El Txipi Txapa, ubicado en la avenida de Eulza 21 de Barañáin, es hoy un punto de encuentro para quienes buscan comida casera sin artificios. Su carta tiene tres versiones del plato estrella. “El que más se vende lleva jamón, bacon, chistorra, patata y huevo. Otro combina pimiento, morcilla, patata y huevo, y el tercero se hace con tomate, jamón, huevo y pimiento rojo”, detalla Patxi, que escucha a menudo la misma frase de sus clientes: “Están divinos”.
El bar también ha encontrado su público entre los amantes de la tortilla y los fritos caseros. “La gente viene por los fritos caseros, las tortillas de patata y los huevos rotos. Hacemos unas diez o doce tortillas al día, y los pinchos de croqueta, de pimiento, de jamón y queso salen continuamente. Sulema es la cocinera, y les ha cogido muy bien el punto”, comenta satisfecho.
Detrás de este éxito hay muchas horas de trabajo y una historia personal de perseverancia. Patxi ha sido pintor toda la vida, y aunque ayudó durante años en el bar familiar, su trayectoria profesional se centró en el oficio hasta que una lesión lo obligó a dar un giro. “Me he operado tres veces de los hombros y no me he podido recuperar, pero me permiten trabajar en otros sitios. Estoy bastante castigado y estoy aquí haciendo un gran esfuerzo. La hostelería es agotadora”, confiesa.
Desde hace tres años y medio, Patxi y Sulema atienden el bar junto a una tercera persona que les ayuda. “Llevamos casi un año buscando a una cuarta persona más que nos eche una mano, que entienda y esté comprometida, y no hay manera de encontrarla”, lamenta.
Aun así, siguen adelante. “Hacemos las cosas con cariño, con buenos materiales. Jamás he puesto un aceite que no sea virgen y siempre trabajamos con productos de primera. No acepto hacer las cosas mal ni de cualquier manera”, asegura con firmeza.
El negocio avanza, y aunque el ritmo es intenso, el balance no puede ser más positivo. “Parece que vamos para arriba poco a poco. No sé hasta dónde podremos llegar, pero estamos muy contentos. Es una zona con viviendas nuevas y no me puedo quejar de nada. Seguiremos unos años más, mientras el cuerpo aguante”, comenta entre risas.
El Txipi Txapa abre de lunes a viernes de 9:00 a 15:30 y de 18:00 a 23:00 horas; los sábados de 11:00 a 16:00 y de 19:00 hasta el cierre; y los domingos de 11:00 a 16:00 y de 18:00 a 23:00.
Son jornadas largas, pero Patxi lo asume con filosofía. “Son muchas horas y mucho jaleo, pero estamos agradecidos a todas las personas que han confiado y nos han apoyado con su respuesta. No puedo decir nada malo. Todo me ha ido bien y estoy muy contento”, expresa con la serenidad de quien sabe que el éxito también se cocina a fuego lento.
