Alfredo Rivera tiene 26 años, es tranquilo, atento y siempre está en movimiento. Su pareja, Sysley Meza, de 28, lleva una década trabajando de cara al público, y eso se nota. Juntos, forman el alma de un negocio que ha cobrado nueva vida en apenas unos meses. A ellos se suma Sandra López, la madre de Sysley, curtida en los fogones de Estella. Entre los tres han levantado un bar que llevaba años sin encontrar su sitio.
Es un bar que está muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en este apartado de comercio local en la ciudad del Ega, como por ejemplo la cafetería Los Llanos de Auxi Ponce, o Deportes Uro de Fidel Muguerza y su hija María.
“Conocíamos a quien lo llevaba antes, hablamos con él y nos decidimos. Pensamos que podíamos darle un aire nuevo”, recuerda Sysley. Y se lanzaron. Fue el 17 de junio de 2024 cuando empezaron esta aventura como autónomos, sin grandes recursos, pero con las ideas claras.
La carta que han diseñado es un reflejo de sus orígenes y de su vida en Navarra. “Queríamos ofrecer algo distinto. Comida latina, pero también platos de aquí, de siempre”, explica Alfredo, que lleva seis años en Estella.
Apuesta por sabores que conocen bien: arepas venezolanas, bolones de Ecuador, tajadas de plátano con ensalada de repollo y tomate, y recetas propias de su Nicaragua natal. “Lo que más se vende son los patacones con pico de gallo y mixtos, y también las arepas. Gustan mucho”, comenta mientras repasa pedidos. A todo eso suman hamburguesas, bocadillos, pinchos, platos combinados y ensaladas.
Lo hacen con mimo, sin prisas. La cocina está en manos de Sandra, que ha trabajado en el restaurante Monjardín de Estella y que domina los tiempos y los sabores. “No hemos tenido quejas. Ella tiene mucha experiencia y eso se nota”, dice Alfredo, orgulloso.
No hay menú del día, pero lo están preparando. “Queremos algo económico, pensando en los trabajadores. La crisis se nota y la gente lo agradece”, adelanta Alfredo. De momento, se centran en mantener la calidad y en adaptarse a los horarios del público.
El local, conocido ahora como Barpoli, está dentro del Polideportivo Lizarrería de Estella, un espacio que abrió sus puertas el 11 de mayo de 1995 y que este año ha cumplido 30 años como centro de deporte y vida social. Allí, junto al gimnasio y la piscina, la familia ha encontrado su sitio. “Estella me recuerda mucho a mi ciudad, a Chinandega. Me siento muy a gusto aquí”, concluye Alfredo.
Abren de lunes a sábado y solo cierran los domingos, salvo cuando hay torneos o partidos. En esos casos, suben la persiana y sacan músculo. “Hay bádminton, baloncesto... y siempre viene gente. A los padres les gusta tomarse algo mientras esperan”.
Han firmado un contrato de tres años, del que ya han cumplido uno, y aseguran que la relación con la empresa que gestiona el espacio es muy buena. “Hemos intentado ser responsables. Por ahora, estamos todos contentos”, comenta Sysley.
Los tres viven volcados en el bar. No se han hecho ricos, pero han conseguido lo que querían: “Nos da para vivir. Trabajamos mucho y nos ha ido bastante bien. La gente ha respondido y estamos muy agradecidos”, reconoce Alfredo, con una sonrisa cansada.
Hasta ahora, apenas han parado. En invierno han trabajado a puerta cerrada, y con la llegada del buen tiempo han instalado una terraza con toldos que ha sido todo un acierto. “A la gente le gusta mucho. Se llena, sobre todo por las tardes”, explican.
Las reseñas en redes sociales son entusiastas: destacan la calidad de los patacones, las empanadas crujientes, la variedad de la carta y el trato. “Repetiremos para probar más cosas”, escriben algunos.
