Peio Erbiti, con 61 años y una vida entera entre cajas de zapatos, habla con naturalidad de un oficio que ha marcado a varias generaciones de su familia. Lo hace en su pequeño local del segundo Ensanche de Pamplona, en plena avenida de San Ignacio 8, a tan solo unos pasos del Casco Viejo. Allí sigue cada mañana, tranquilo pero consciente de que el sector ya no se parece mucho al que conoció de joven. “Todavía me quedan como unos cuatro años o por ahí”, comenta sin dramatismos, casi como quien acepta el paso del tiempo.
El espacio, de madera antigua y aire clásico, conserva el encanto de las zapaterías de antes. Esa estética responde a una historia que empezó hace unas ocho décadas, cuando su abuelo, Peio Erbiti Cilveti, abrió el negocio familiar “para sus hijos, que eran unos cuantos”.
Aquel legado desembocó en la actual tienda Calzados Peio Erbiti, donde trabajaron también sus tías Mari Tere y Epi, y después su padre, Fermín Erbiti Beramendi, que empezó con apenas 13 años y falleció hace un par de años superando los 90.
El comercio ha tenido otras etapas y otras direcciones. La familia gestionó también las zapaterías Biarritz, en la calle Comedias, y Venecia, en la calle San Miguel. “Cuando se jubilaron, alquilaron aquellas que tenían en propiedad y yo compré esta bajera hace 15 años, donde estábamos alquilados”, recuerda.
Su vida profesional, en realidad, había empezado mucho antes, cuando ayudaba a su padre en Venecia. “Estoy en esto desde que estudiaba. Llevo mil años, igual 40 años o más. Les ayudaba desde chaval”, rememora entre risas.
El apellido Erbiti, procedente de la Ultzama, no tendrá relevo al frente del negocio. Sus hijas, Oihane y Ainhoa, han seguido caminos distintos: una es profesora y la otra ingeniera. “Me han ayudado en épocas de rebajas cuando estudiaban, pero ya tienen su futuro hecho por otro lado. A cada una le gusta lo suyo y yo estoy casi contento”, reconoce. Lo que sí le inquieta es el contexto: “La verdad es que veo el futuro un poco oscuro en este tipo de negocios. No lo veo claro”.
El sector del calzado ha dado un giro completo. Peio recuerda que antes se vendía “un zapato más clásico”, mientras que ahora domina lo deportivo. Pero insiste en que el verdadero cambio no está en el producto, sino en la forma de comprar. “La gente joven no compra en tiendas, sino por internet, y la gente va a otros sitios como los centros comerciales”, expone.
Él se ha centrado en calzado de señora en plan confort, un nicho donde conserva clientas fieles “de hace mil años”, muchas de ellas llegadas de Sakana, la Ultzama y pueblos de la zona. También vende plantillas para pies complicados, un producto que, explica, cuesta más adquirir por internet.
Mientras habla, admite que sacar adelante un comercio tradicional en Pamplona no es sencillo. Comenta que basta darse una vuelta por el Casco Viejo para ver “cantidad de bajeras cerradas”, zonas que antes eran “súper comerciales”.
Señala que el vecindario ha cambiado, que cuesta aparcar y que los centros comerciales han absorbido gran parte del movimiento. “Aquí espantaron a la gente al abrir los centros comerciales. Aquí no pueden aparcar y no sé cuál es la solución. Cada vez se nota que va bajando. Las ventas van a menos cada año”, afirma.
Aun así, cada reseña que recibe parece empujarle un poco más a seguir. En redes sociales le dedican palabras que aprecia, aunque no lo diga abiertamente. Una de ellas resume lo que muchos sienten al cruzar la puerta: “El mejor y más recomendable comercio de calzado de Pamplona con diferencia. Ojo, nada que ver con las cadenas y franquicias. Es otra liga".
"Por servicio y atención al cliente, por la selección del producto y su calidad. También, y por qué no, por ese viaje en el tiempo al traspasar el umbral de la tienda. Tiene que mantenerse este tipo de comercio. Le pondría más estrellas si pudiera”.
