De la guerra en Siria a levantar tijeras en el casco viejo de Pamplona. Así es el camino que ha recorrido Saleh Ghassan Alshqkran, un joven de 25 años que ha encontrado en Navarra una segunda oportunidad, lejos de la violencia y el miedo. “Aquí hay vida y hay futuro”, afirma convencido.
Su peluquería está muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en este apartado de comercio local en la ciudad, como es el caso de la conocida colchonería Purroy.
Llegó a Pamplona hace cinco años junto a sus padres y tres hermanos. La guerra les obligó a abandonar su hogar cuando él tenía apenas diez años. Primero buscaron refugio en Jordania, pero la vida seguía siendo complicada. “En Siria era muy difícil seguir. He perdido a dos tíos y a sobrinos por culpa de la guerra. Se muere mucha gente por puro interés”, lamenta.
En su nueva ciudad, Saleh no ha parado de trabajar. Su primer empleo fue en una fábrica en Tafalla, lejos de los espejos y peines que hoy dominan su día a día. Poco después, se apuntó a un cursillo de peluquería. Así fue como descubrió su verdadera vocación. “He trabajado como empleado en una peluquería en la avenida de Zaragoza, donde aprendí mucho. Ahora he encontrado mi propio local en el casco viejo”, explica con satisfacción.
Saleh ha aprendido castellano prácticamente de cero. “Sabía inglés en Siria, pero de español no conocía ni una palabra. Lo he aprendido poco a poco y trabajar con la gente me ha ayudado muchísimo”, cuenta. Su acento apenas delata sus orígenes y se mueve con soltura entre los clientes.
La jornada no le deja mucho margen para otras cosas. “Abro a las nueve de la mañana y cierro a las dos. Luego voy a casa a comer, vuelvo a las cuatro y sigo hasta las nueve de la noche. Al principio no descansaba ningún día, pero ahora cierro los domingos”, relata. Vive en Huarte junto a sus padres, que también se sienten integrados. “Mis hermanos están bien. Uno trabaja, otro estudia ingeniería en la universidad y el pequeño también sigue estudiando”, añade con orgullo.
Pamplona le ha acogido con los brazos abiertos. “Es una ciudad muy bonita. La gente es muy amable, muy buena gente. Me tratan con respeto, como si fueran mi familia. En eso no ha cambiado nada respecto a Siria. Mis clientes me dicen que corto bien el pelo, están contentos conmigo y yo con ellos”, celebra.
Incluso ha vivido en primera persona los famosos Sanfermines. “Es una fiesta muy bonita y muy famosa. En los países árabes también la conocen. Yo he conocido en San Fermín a gente de Kuwait, Dubai, Arabia Saudí... es una locura”, comenta divertido.
Detrás del espejo donde ahora trabaja se esconde una historia de tradición. Su local es el que durante décadas ha sido conocido como la peluquería Garciandía, una de las más antiguas de la ciudad, abierta en 1943 por Fernando Garciandía en la calle Eslava. En 1989 se trasladó a su actual ubicación en la calle San Gregorio 8, donde continúa con nuevos aires pero manteniendo su esencia.
Antes de Saleh, el último en atender a los clientes fue Aurel Constantin, un peluquero rumano que tomó el relevo hace una década. “La familia Garciandía buscaba un empleado y me puse en contacto con ellos. Hice una prueba y empecé a trabajar".
"Hace unos cinco años se jubilaron y me propusieron seguir adelante”, recordaba Aurel poco antes de dejar el negocio tras nueve años. A él también le tocó lidiar con la dura competencia: “Las grandes superficies nos comen. Las peluquerías low cost nos han jodido. No entendemos los precios que ponen. Los números no dan”, lamentaba.
Ahora, con esfuerzo y constancia, Saleh se ha hecho un hueco entre esas mismas paredes cargadas de historia. “Estoy muy contento. Tengo muchos clientes. Está muy bien. Me dijeron que es una de las peluquerías más antiguas de Pamplona”, concluye.
