Javier Iriarte, dueño de la Taberna Txispa, ha decidido traspasarla a las puertas de su jubilación. La taberna está situada en la Avenida Pamplona, 7, en Tajonar.
Javier, de 64 años de edad, fue fotógrafo durante varios años, y trabajó cubriendo los encierros de San Fermín. Pero hace unos años que decidió transformar su vida y dedicarse al mundo de la hostelería.
Primero abrió en Mendillorri el Gastro Okei Errialde, que se encuentra ahora en Villava. Su hijo, Fermín Iriarte, se encarga ahora de un local muy aclamado durante el último año.
Iriarte decidió delegar en su hijo ese local de Villava, y en junio del año pasado encontró la oportunidad de abrir un nuevo local a escasos metros de su casa. En la puerta de la taberna, la primera casa que se ve es la suya, a unos pocos pasos.
Desde los inicios de la taberna, Javier está muy feliz con su creación. "La apertura ha sido muy llevadera. Ya tenía experiencia, y como conocía bien la zona y la veía interesante, sabía que podía ganarme la vida aquí", explica.
Durante el tiempo que ha estado abierta, Javier ha buscado nuevas fórmulas para contentar a sus clientes. "Este es un bar en el que nunca te aburres. Siempre hago cosas diferentes. Procuro sorprender a la gente. Y ellos valoran que en un local tan pequeño me esmere tanto en hacer las cosas. Es lo que define a Txispa", asegura Javier.
Para el dueño de la taberna, lo más destacado que se lleva de ella es su gente. "Es un bar muy personal en muchos sentidos. No tienes un gran público, pero tienes un público que repite, que te conoce. Conoces a casi todo el mundo por su nombre, y aparecen por la puerta y sabes lo que quieren", indica.
"Las personas que están ahí son las que dan alma al negocio, el público. Esto es como en el teatro: si no tienes público, si no hay aplausos vas mal", ríe.
Por ello, su principal objetivo ha sido siempre estar pendiente de ellos. "Me importan demasiado mis clientes y que las cosas funcionen. Tengo unos clientes increíbles. Muy buena gente, siempre repiten, y además me aguantan", bromea.
Ahora, debido a una operación del oído, se ve obligado a traspasarla, antes de lo que él pensaba. "Si no hubiese sido por la operación seguiría. Yo la monté para seguir. No la monté para estar año y medio. Incluso pensaba quedarme más tiempo después de jubilado. Pero es lo que hay", lamenta Javier.
A pesar de ello, tampoco tiene prisa en traspasar su taberna. "No tengo una fecha marcada. El cirujano me ha dado la posibilidad de operarme cuando pueda debido a mi situación. Lo que sí que quiero es que el siguiente dueño tenga ganas. Este pequeño legado que dejo, que es trabajo y esfuerzo, que continúe dando su fruto. Además, quiero que continúe siendo una taberna", explica.
Una vez que consiga un dueño apropiado para su taberna, Javier Iriarte quiere retomar cosas que ha dejado pendientes a lo largo de su vida, como la fotografía y su archivo fotográfico.
Además, no duda en ofrecer su ayuda desinteresada a los nuevos inquilinos. "Si alguien me pide asesoramiento en el tema de la hostelería aquí, como vivo en la casa de enfrente, les echaré una mano hasta que se sitúen. Puedo apoyarles, que no se sientan huérfanos", indica.
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