PAMPLONA
La desconocida historia de una de las calles más importantes de Pamplona con casi 100 años de vida
La construcción de la calle Olite no se realizó hasta 1926, dos años después de la aprobación del nombre.

Por ella pasan cada día vecinos de todas las edades, niños que corren al colegio, jubilados que se saludan de portal a portal, clientes que entran y salen de tiendas con bolsas cargadas de productos locales. Es una calle que nunca se detiene, que madruga con los primeros cafés y cierra el día al ritmo del bullicio en las terrazas. Aunque algunos comercios han bajado la persiana con los años, muchos otros han resistido al paso del tiempo y siguen ahí, fieles a su historia.
Tiene unos 800 metros de recorrido y concentra como pocas una muestra representativa de la vida comercial y hostelera del Segundo Ensanche de Pamplona. Desde los aromas de pastelería por la mañana hasta los brindis al anochecer, este vial ha sido testigo de miles de momentos cotidianos. Su trazado no es lineal. Comienza en una plaza emblemática, asciende, se interrumpe, retoma fuerza y se prolonga hasta reencontrarse con otra arteria urbana.
Es entonces cuando uno descubre que esta calle es Olite, bautizada así por aquel municipio navarro que fue cabeza de merindad y residencia de reyes. “Olite cabeza de Merindad, residencia de reyes y orgullo de navarros por su palacio-castillo y joyas arquitectónicas, bien merecía dar el título a una calle pamplonesa”, escribió el cronista José Joaquín Arazuri en su libro Pamplona, calles y barrios. Un nombre que honra a la historia y se despliega entre puntos clave del Ensanche: arranca junto a la plaza de Toros, donde se encuentra la entrada del colegio de los Escolapios, sube hasta la Avenida Baja Navarra, y vuelve a retomarse desde la iglesia de San Francisco Javier hasta la calle Aoiz.
En su recorrido, atraviesa espacios con memoria, como la plaza Blanca de Navarra, que durante el franquismo fue conocida como plaza Alcázar de Toledo. Hoy, en ese mismo entorno, se ubican la Escuela de Arte de Pamplona y el Civivox Ensanche, dos espacios públicos que aportan actividad cultural a la zona. Además, cuenta con dos accesos al Mercado Municipal del Ensanche, uno de los puntos neurálgicos de la vida comercial de esta parte de la ciudad.
No es una calle cualquiera. Dentro de tres años celebrará su centenario. Las obras de urbanización comenzaron en 1926, aunque su desarrollo fue gradual desde la plaza de Toros. Curiosamente, el edificio actual de los Escolapios no existía entonces. La congregación no se trasladó allí desde el Paseo Sarasate hasta 1931. Lo mismo ocurrió con la iglesia de San Francisco Javier, que no se construyó hasta 1951, según el proyecto del arquitecto Miguel Gortari Beiner.
Pero si algo ha mantenido viva esta calle, ha sido su tejido de negocios locales, algunos de ellos con décadas de historia. Ahí sigue la Pastelería Gayarre, sirviendo churros con chocolate desde 1960. También permanece el bar Koishta, abierto hace casi 25 años, aunque con nuevos propietarios. A su lado, otros clásicos como la Cervecería Halcón o el bar Olite siguen siendo puntos de encuentro habituales.
Más adelante, tras cruzar la Avenida Baja Navarra, aparecen otras referencias muy queridas por los pamploneses: el bar Tomás o la Carbonera, que hoy es Rockcollection. Cada uno aporta su estilo, pero todos comparten ese sello de proximidad y clientela fiel.
No todos han tenido la misma suerte. La calle también ha vivido despedidas, como la de los cines Saide Olite, que cerraron en 2014 tras medio siglo proyectando películas. El edificio permanece tal cual, como si esperara una nueva vida que aún no ha llegado. Mientras tanto, otros locales se renuevan y reabren con otro aire. Es el caso del Buenos Aires Gastrobar, que ha tomado el relevo de un pequeño restaurante anterior con una propuesta diferente.
Así es esta calle que, sin hacer demasiado ruido, ha sabido adaptarse sin perder su esencia. Un reflejo del carácter de Pamplona, de su mezcla de tradición y renovación. Una calle que no ha dejado de latir.