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PAMPLONA

La secuoya del Palacio de Navarra, la historia del único 'Monumento Natural' de Pamplona

Este ejemplar, que data del siglo XIX, se encuentra catalogado como 'Monumento Natural' desde 1991 por sus características especiales.

La silueta de la secuoya gigante, el árbol más alto de la ciudad de 37 metros de altura, que fue plantada en los jardines del Palacio de Navarra en 1855. EFE/Jesús Diges
La silueta de la secuoya gigante, el árbol más alto de la ciudad de 37 metros de altura, que fue plantada en los jardines del Palacio de Navarra en 1855. EFE/Jesús Diges

La Comunidad foral de Navarra cuenta con 47 árboles o grupos de árboles catalogados como ‘Monumento Natural’ por sus características singulares. Sin embargo, de todos ellos tan solo uno se encuentra en su capital.

Quizá pase algo inadvertida, dada su ubicación entre barrotes, pero la secuoya del jardín del Palacio de Navarra pertenece a este selecto grupo de ‘joyas’ naturales desde 1991.

Este árbol, de la especie Sequoiadendron giganteum (Lindl.) Buchholz, se encuentra en la avenida San Ignacio, en Pamplona, y cuenta con una altura de más de 35 metros, una base con un diámetro de 3,15 metros y una copa cuyas dimensiones superan los 50 x 60 metros. ¡Casi nada!

La historia remonta el origen de este árbol a la cordillera Sierra Nevada en California (Norteamérica). Desde allí, el navarro José María Gastón y de Echevertz ordenó su transporte hasta la Comunidad foral para plantarlo en el jardín de la casa que poseía en Irurita.

Gastón y de Echevertz fue elegido varias veces diputado provincial, la primera de ellas en 1853.

Fue en esa primera experiencia, en el invierno de 1855 a 1856, cuando decidió trasplantar este árbol desde el jardín de su vivienda al patio de la Diputación foral, sembrando la ‘semilla’ de este emblema que el Gobierno de María Chivite ha querido reconocer recientemente añadiéndolo al logotipo del actual Palacio de Navarra gracias al diseño del artista Iñaki López-Pérez.

Pero no todo ha sido un camino de rosas para esta secuoya gigante, el historiador Joaquín Arazuri, en su libro ‘Pamplona antaño’, narra que la noche del 9 al 10 de septiembre de 1933 un rayo destrozó la copa.

Tras el incidente, las personas de aquella época decidieron colocar sobre él un gran aro de hierro, que aún puede verse. De esta manera, forzaron a que una de las ramas emergiera como nueva copa.

Precisamente, junto a su gran porte e historia, esa doble copa es uno de los rasgos más destacados de esta secuoya que le ha valido su inclusión en el catalogo de Monumento Natural elaborado por el Gobierno de Navarra.

Según recoge el decreto foral 87/2009, por el que se declaran ‘Monumento Natural’ determinados árboles singulares de Navarra, los ejemplares escogidos conllevan una especial protección

Así, por ejemplo, está prohibido cortarlos total o parcialmente. Tampoco se puede trepar, escalar o instalar señales en él, no se pueden recoger sus frutos si es que los tuviera y cualquier actuación sobre él tendrá que gozar de la autorización pertinente del Departamento de medio ambiente.

Además del propio ejemplar, la norma foral también protege el área de proyección de la copa y las raíces de tal manera que está prohibido estacionar vehículos en sus inmediaciones, no se pueden instalar abrevaderos ni comederos para ganado, queda prohibida la realización de cualquier obra civil ni prácticas agrícolas que impliquen movimiento de tierras y, por supuesto, no se puede hacer fuego.

El régimen de protección abarca un entorno de 100 metros desde el centro del Monumento Natural, aunque en el caso del Palacio de Navarra se remodeló el jardín, al que se le incluyo un camino que bordea la fuente ornamental para que los vehículos oficiales pudieran llegar hasta la escalinata de acceso.

En los últimos años se han realizado varios trabajos de inspección, limpieza de ramas muertas y cableado necesarios para su mantenimiento.

La última actuación fue la colocación de un pararrayos, ya que, por su altura, esta secuoya actúa de pararrayos natural con el consiguiente riesgo.


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