“Después de más de 30 años dejando su huella, Manuel Sagüés Lacasa se jubila. Ha sido guía, apoyo y corazón para varias generaciones de colegiales. Siempre con esa humanidad, cercanía y compromiso que le caracterizan. Hoy le damos las gracias por tanto camino compartido, por su entrega diaria y por todos los recuerdos. ¡Feliz nueva etapa, Manu! Larraona siempre será tu casa”.
Con ese mensaje, el Colegio Mayor Larraona de Pamplona ha despedido a uno de sus docentes más emblemáticos. Un profesor que no solo ha dejado huella en las aulas, sino también en las plazas de toros, los medios de comunicación y el corazón de miles de jóvenes navarros. Tras más de tres décadas al frente de la vida colegial, ha dicho adiós a la rutina académica. Pero no a su otra gran pasión, una que sigue tan viva como el primer día.
Este pamplonés nacido en 1962 ha vivido 34 años en Larraona. Entró con poco más de veinte, recién licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Navarra, y encontró allí su lugar. “Eché el currículum y me cogieron. Tontamente han pasado todos estos años”, ha recordado con cierta nostalgia.
En realidad, su vida laboral había comenzado incluso antes, con apenas 18 años, en los Baños de Fitero. Así que, a los 63, y con muchos años cotizados, ha decidido dar el paso: “Podía jubilarme sin perder en exceso, como un año y medio antes de los 65. Me lo he pensado mucho. Me daba pena porque me gusta estar con chavales jóvenes, contagiarme de su espíritu, pero tengo también otros proyectos culturales y era el momento de parar”.
Manuel Sagüés Lacasa ha formado parte de la vida colegial durante más de media vida. Lo que más va a echar en falta, reconoce, es el contacto diario con los estudiantes. “Eran como mis hijos. Había más de doscientos chavales y me va a costar no verles cada día. El colegio ahora ya es mixto, ha cambiado mucho, pero sigue teniendo ese ambiente especial".
"A lo mejor vuelvo para dar alguna optativa de Historia y Geografía, que es lo mío. También estoy viendo la posibilidad de impartir algo de información taurina en la Facultad de Comunicación. Quiero seguir un poco en activo, sobre todo con gente joven y universitaria”.
En casa, la decisión también ha supuesto un pequeño giro. “En este momento me he quedado solo porque mis hijos, Fermín y Maite, tienen sus parejas. Fermín ha sacado una oposición al Gobierno de Navarra. Maite es psicóloga y tiene mucho trabajo. Mi vida ahora es un poco nueva”, ha contado, dejando ver que empieza una etapa distinta, pero no menos intensa.
Porque lo que no ha cambiado, ni cambiará, es su entrega a la fiesta taurina. Sus Sanfermines no empiezan el 6 de julio, sino mucho antes. “Empiezan un mes antes con las páginas del suplemento de San Fermín del Diario de Noticias. Este año he preparado varios reportajes de investigación y uno me está llevando mucho trabajo: el de todas las mujeres que han toreado en Pamplona. Luego están las previas, las entrevistas, las crónicas de cada corrida, estar pendiente de los toros…”.
Cada año, desde hace décadas, se ha encargado de contar la historia de la feria taurina pamplonesa, sin faltar ni un solo día en la plaza. “Siempre digo que las peores crónicas que hago son las de San Fermín, porque no tienes margen de tiempo. En cambio, en las de Tafalla, Tudela o Olite puedes escribirlas más tranquilo. San Fermín es una carrera sin parar”.
Entre líneas, firma y flashes, también ha seguido alimentando su faceta de escritor. Este año volverá a colocar su pequeño stand junto al patio de caballos de la Plaza de Toros de Pamplona, como ha hecho en los últimos dos años, para vender los últimos ejemplares del libro que publicó en 2022 con motivo del centenario de la plaza. “Será el tercer y último año. Me quedan cien ejemplares y estaré firmando a todo el que quiera con mucho gusto”, ha confirmado.
Si algo define a este cronista es su compromiso: “No he faltado a ningún festejo taurino en Navarra desde 1994 y hay trece ferias. Te las puedo enumerar de memoria”, ha afirmado sin pestañear. En su archivo personal guarda anécdotas imposibles, como cuando en Fitero y Cintruénigo coincidían dos corridas al mismo tiempo. “Veía los tres primeros toros en una y luego los otros tres en la otra. Era un poco trampa, pero hacía las fotos”, cuenta entre risas.
Su afición le viene de lejos, de cuando era niño y vivía en la calle Gorriti 22, junto al Mercado del Ensanche, al que acudía con su madre a hacer la compra para once hermanos. “Soy de la avenida Baja Navarra, de siempre”, apunta con orgullo. Pero el origen de todo está en su padre, Joaquín Sagüés Amorena, que fue alcalde de Pamplona entre 1969 y 1972. “Era un gran aficionado a los toros. Me llevaba a todos los festejos y eventos taurinos. Yo era el hermano mediano, el que le acompañaba siempre. De ahí me viene todo sobre los toros, de mi padre”.