San Fermín es probablemente el santo más venerado en Navarra, especialmente por ser el patrón que da nombre a las mundialmente conocidas fiestas de Pamplona. El santo "morenico" goza de una profunda devoción en los corazones de los pamploneses, eclipsando en popularidad a San Francisco Javier, el misionero navarro que extendió la fe cristiana por la India, China y Japón.
Sin embargo, el pasado 29 de noviembre se celebró con entusiasmo la festividad de San Saturnino, patrón de Pamplona. La jornada estuvo marcada por una colorida procesión por las calles del casco antiguo, acompañada de gigantes desfilando por las avenidas y los característicos farolillos rojos que iluminaban la celebración en honor al santo de la ciudad.
Lo que quizá es menos conocida es la enconada lucha que hubo durante décadas entre partidarios de uno y de otro santo para decidir oficialmente cuál era el más importante de Navarra.
La polémica entre San Francisco Javier y San Fermín por el título de patrón de Navarra es una parte fascinante de la historia religiosa. Ambos santos, venerados por su devoción y milagros, generaron una encarnizada disputa que dividió a la comunidad navarra durante décadas.
La canonización de San Francisco Javier en 1622 por el Papa Gregorio XV marcó el inicio de la controversia. La Diputación del Reino de Navarra, respondiendo a este acto, proclamó a San Francisco Javier como patrono, una decisión que las Cortes de Navarra ratificaron en 1624. Sin embargo, esta designación desencadenó una fuerte polémica que perduró a lo largo del tiempo.
Desde mediados del siglo XVII, la Diputación y las Cortes de Navarra se vieron envueltas en un litigio con el Ayuntamiento de Pamplona para determinar quién debía ostentar el título de patrón del Reino de Navarra: ¿San Fermín o San Francisco Javier?.
n 1643, la Diputación emitió un bando que proclamaba a San Francisco Javier como único patrón de Navarra, respaldado por la declaración del obispo de Pamplona. Los partidarios de San Fermín, sin embargo, no aceptaron esta decisión.
Argumentaban que San Fermín, siendo mártir y no solo un confesor, había contribuido de forma significativa al bienestar del reino. Además, destacaban la antigüedad y la popularidad arraigada de su patronato.
a disputa se intensificó con la participación activa de pueblos e instituciones navarras, cada uno tomando partido por uno de los santos en conflicto. Los seguidores de San Francisco Javier, influidos por los Jesuitas, contaban con el respaldo de las Cortes y la Diputación Foral.
En cambio, San Fermín encontraba apoyo en la ciudad de Pamplona, el cabildo de la Catedral y gran parte del clero, quienes miraban con recelo el poder e influencia de los Jesuitas.
Después de años de enfrentamientos y divisiones, en 1656, la Diputación y el Ayuntamiento decidieron elevar la cuestión a Roma, solicitando al Papa que resolviera la disputa.
Finalmente, en 1657, el Papa Alejandro VII emitió un decreto que proclamaba a San Fermín y a San Francisco Javier como patronos e igualmente principales del Reino. Esta decisión puso fin a la discordia y reconoció la importancia de ambos santos en la historia de Navarra.
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