• miércoles, 11 de junio de 2025
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Una nueva técnica impulsada por la Clínica Universidad de Navarra abre esperanzas a miles de pacientes

La Clínica Universidad de Navarra investiga un método que podría cambiar vidas tras esta dolencia que afecta a cientos de personas. 

El doctor Felipe Prósper, director del Área de Terapia Celular y coordinador del proyecto de la Clínica Universidad de Navarra.
El doctor Felipe Prósper, director del Área de Terapia Celular y coordinador del proyecto de la Clínica Universidad de Navarra.

Cada año, miles de personas sufren un infarto de miocardio, una de las principales causas de muerte en el mundo. El corazón, una vez dañado, tiene una capacidad muy limitada para regenerarse por sí solo. ¿Y si la solución estuviera en la combinación de tecnología puntera, ingeniería de tejidos y medicina personalizada?

Esa es precisamente la apuesta de un equipo de investigadores de la Clínica Universidad de Navarra y del Cima, que ha dado un paso pionero en el desarrollo de un tratamiento que podría transformar el abordaje de los pacientes con secuelas cardíacas.

Gracias a técnicas avanzadas de impresión 3D y a la aplicación de terapia celular, este grupo de expertos ha creado un dispositivo bioingenierizado diseñado para asistir la función de bombeo del corazón tras un infarto. La iniciativa, liderada por la Clínica Universidad de Navarra, representa un hito en la medicina regenerativa y abre la puerta a nuevas terapias más eficaces y duraderas.

El tratamiento consiste en colocar un andamio microfibrilar sobre la zona afectada del corazón. Este andamio sirve de soporte para unas células cardiacas especiales, generadas en laboratorio mediante terapia celular a partir de células madre humanas reprogramadas. El objetivo es regenerar el tejido dañado y mejorar la capacidad de contracción del órgano.

Antes de crear el dispositivo, el equipo analizó el corazón mediante modelos informáticos para adaptar el diseño a cada paciente, en tamaño y forma. Posteriormente, fabricaron la estructura con impresión 3D y la recubrieron con las células vivas empleando biomateriales que permiten desarrollar un tejido funcional.

El Dr. Felipe Prósper, director del Área de Terapia Celular de la Clínica Universidad de Navarra y coordinador del proyecto, ha explicado que “aunque es pronto para probar estos dispositivos en humanos, los experimentos realizados en modelos preclínicos de tamaño similar al humano han mostrado resultados esperanzadores”.

Por su parte, el Dr. Manuel Mazo, investigador principal del grupo de Ingeniería de Tejidos Cardíacos del Cima, ha subrayado que esta propuesta “pretende ofrecer una solución única, al trasplantar el tejido nuevo justo donde se necesita para recuperar la función cardiaca. Esto podría reducir el uso crónico de medicación y la necesidad de asistencia médica continua”.

La investigación, iniciada en 2020, ha contado con la colaboración de quince instituciones de seis países europeos: España, Países Bajos, Bélgica, Irlanda, Alemania y Portugal. El enfoque multidisciplinar ha sido clave para avanzar en una solución que, según el equipo científico, podría aplicarse también a otras enfermedades cardíacas en el futuro.

El infarto de miocardio sigue siendo la principal causa de muerte en todo el mundo, tanto en hombres como en mujeres. Por ello, este tipo de avances suponen un paso esperanzador hacia nuevos enfoques terapéuticos que vayan más allá de los tratamientos actuales.

Infarto de miocardio

El infarto agudo de miocardio es una de las formas más graves de enfermedad coronaria. Se ha producido cuando una de las arterias que alimentan el corazón se ha obstruido de manera repentina y completa, impidiendo el paso de sangre a una parte del músculo cardíaco. Esta falta de riego ha provocado una lesión que, si no se trata a tiempo, puede causar la muerte del tejido afectado.

Según la Clínica Universidad de Navarra, el infarto de miocardio ha sido la principal causa de muerte tanto en hombres como en mujeres en todo el mundo. Su mayor riesgo ha estado en la fase extrahospitalaria, es decir, antes de que el paciente llegue al hospital. De hecho, más del 40 % de los fallecimientos por infarto se han producido en esta etapa inicial. Por eso, el tiempo de respuesta ha sido clave. Si el tratamiento se ha iniciado en las primeras cuatro horas desde el inicio de los síntomas, las posibilidades de recuperación han sido mucho mayores. En estos casos, las técnicas actuales como la angioplastia o la trombolisis han permitido controlar el infarto y evitar complicaciones graves.

El infarto se ha manifestado con síntomas muy característicos. El más habitual ha sido un dolor fuerte y opresivo en el centro del pecho, en la zona conocida como precordial (a la altura donde se anuda la corbata). A menudo, este dolor se ha irradiado hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula, la espalda o el hombro. También han aparecido otros signos como sensación de malestar general, mareos, náuseas o sudoración fría. Sin embargo, en muchos casos el infarto ha surgido sin ningún aviso previo. De hecho, en casi la mitad de los casos, ha sido la primera señal de una enfermedad coronaria. Otras veces, días o semanas antes, el paciente ha notado fatiga, irritabilidad, molestias en el pecho o incluso problemas digestivos, síntomas que han podido confundirse con dolencias menores.

El diagnóstico del infarto se ha realizado combinando varias pruebas. La más directa ha sido el análisis de sangre, que ha detectado la presencia de unas enzimas específicas que se liberan cuando las células del músculo cardíaco mueren por falta de riego. Si estas enzimas han aumentado, se ha confirmado el infarto. También se han tenido en cuenta el electrocardiograma, que ha mostrado alteraciones eléctricas en el corazón, y los síntomas clínicos descritos por el paciente. En algunos casos, además, se ha observado un aumento de leucocitos y de la velocidad de sedimentación globular, aunque estos datos han tenido menor valor diagnóstico.

La Clínica Universidad de Navarra ha desarrollado un chequeo cardiovascular innovador, denominado Chequeo ICAP. Se trata del único estudio de este tipo que ha incorporado tecnología de imagen avanzada para medir con precisión el riesgo cardiovascular de cada persona. Gracias a la dedicación exclusiva de sus especialistas, el chequeo se ha podido completar en menos de 48 horas y ha ofrecido un diagnóstico rápido y fiable.

El pronóstico tras un infarto ha sido, en general, favorable. La mayoría de los pacientes se han recuperado bien y han podido volver a una vida prácticamente normal. En los casos más complejos, se ha recurrido a procedimientos de revascularización o a cirugía, con resultados igualmente positivos. Eso sí, las personas que han sufrido un infarto deben mantener unos cuidados más estrictos: abandonar por completo el tabaco, practicar ejercicio físico con regularidad, seguir una dieta equilibrada baja en grasas animales, controlar el colesterol, la tensión arterial y los niveles de azúcar, y mantener un peso adecuado.

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