Puede que sea una de las localidades con mayor patrimonio arquitectónico de Navarra y a la vez, una de las menos conocidas. Corella tiene tras de sí una rica historia cultural que llevó al mismísimo rey Felipe V a trasladarse a vivir a esta localidad ribera y establecer su corte allí durante cuatro meses.
Efectivamente, Felipe V llegó el 14 de junio de 1711 con toda su corte a Corella para pasar el verano buscando un clima más propicio para que la reina, María Luisa de Saboya, se tratase la tuberculosis que padecía. Durante aquel tiempo, residió en la casa de los Sesma y en recuerdo de su estancia allí y por privilegio real, luce desde entonces en su fachada unas cadenas, que dieron lugar al popular nombre por el que hoy en día se le conoce: La casa de las cadenas.
Pero desde mucho antes Corella había sido no sólo un punto estratégico de defensa del Reino de Navarra y también objeto de disputas con la Corona de Castilla. Y antes todavía, la perla musulmana, tomada prácticamente al mismo tiempo que Tudela. Así, no es de extrañar que la localidad destile arte prácticamente en cualquier edificio de su casco histórico.
Ubicada entre los fértiles cultivos del valle de Alhama, atrajo pronto a muchas familias terratenientes que se habían dedicado al campo teniendo grandes extensiones de terreno de cultivo. Según explica el historiador Andrés Sanz, estas familias supieron aprovechar el momento oportuno y virar sus negocios hacia el comercio lanar con Inglaterra, Flandes y Francia, de donde obtenían importantes ingresos y prestigio. "Dicho auge económico de las familias hizo que construyeran numerosos palacios no solo para ellos sino para sus descendientes".
Y, claro, donde había familias nobles y dinero, había vida cultural y religiosa. Numerosas órdenes se asentaran en la ciudad a finales del siglo XV y comienzos del XVI. Y esto suponía una fuente de trabajo no sólo para las familias humildes en el campo, sino también para los artistas de la época.
Desde la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, el profesor Ricardo Fernández señala que "a lo largo de los siglos XVII y XVIII, maestros de distintas especialidades y procedentes de lugares dispares de la geografía peninsular se asentaron en la localidad de Corella". "Piezas de arte mueble importadas desde la Corte, Italia y tierras americanas junto a proyectos arquitectónicos dibujados llegaron a lo largo de las dos centurias enriqueciendo el ambiente artístico de toda la comarca", asegura.
Todo ello junto motivó un aumento de población, así como que numerosos corellanos salieran fuera no sólo de la ciudad, sino incluso de España con el fin de hacer carrera, obtener beneficios y destacar. "Fueron varios corellanos los que enviaran grandes fortunas obtenidas en países lejanos para construir conventos, casas palacios así como retablos, joyas y artes suntuarias", afirma Andrés Sanz.
Todo aquello provocó que hoy en día, prácticamente en cada esquina del casco histórico de la ciudad encontremos el recuerdo de un esplendoroso pasado con casas solariegas, palacios, muchos de ellos blasonados, y conventos.
Así, en la Plaza de los Fueros se encuentra la casa de los Virto de Vera (siglo XVIII) y la iglesia del Rosario (siglos XV y XVI), una impresionante construcción de ladrillo que cuenta con un bello retablo mayor y obras de Vicente Berdusán.
En la Plaza de España hay que detenerse en la casa de los Marqueses de Bajamar, un palacio señorial muy bien conservado.
El edificio religioso barroco más destacado de la localidad es la parroquia de San Miguel. Es la más antigua de Corella. , pero a partir del siglo XV sufrió una profunda remodelación y del primitivo templo no queda ningún vestigio. No te pierdas su retablo mayor del siglo XVIII.
En una modesta casa, justo enfrente de la Iglesia de San Miguel, una placa conmemorativa indica el lugar donde vivió el escritor y periodista Mariano José de Larra (1809-1837), cuando su padre ejercía la medicina en Corella.
En la calle San Miguel hay dos excelentes muestras de arquitectura civil barroca de La Ribera: el palacio de los Arrese, un edificio con una sorprendente decoración rococó en tonos pastel, que no está abierto al público, y la casa de las Cadenas, una construcción que te llamará la atención por las dos gruesas cadenas de hierro que cuelgan de sus puertas principales y en donde como se comentó anteriormente, residió el rey Felipe V duante el verano de 1711.
También es un imprescindible de la visita a la localidad el museo de la Encarnación-Fundación Arrese. Parte de su atractivo reside en que está alojado en un convento de benedictinas del siglo XVII. En el interior se exhibe una interesante colección de piezas, entre las que destaca un retablo de Claudio Coello, obras de Vicente Berdusán y del pintor corellano Antonio González Ruiz.
No se puede pasar por alto, hablando de Corella, del santuario de Nuestra Señora del Villar, del siglo XVI; una ermita en la que se venera a la patrona de la ciudad y cuya imagen recuerda el estilo de las tallas góticas de los siglos XII-XIV.
Sin duda, el esplendoroso pasado se refleja cada año en las jornadas barrocas que organiza la localidad, un fin de semana en el que los corellanos disfrutan de puestas en escena, mercadillos y actividades propias de la época en la que la corte de Felipe V visitó la ciudad, con el fin de ensalzar su patrimonio barroco.
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