Calamaro dice que no se puede decir que una canción es mala, que acusar de maldad es una temeridad. Puede que tenga razón, que las cosas no sean malas en sí mismas y que dependen de cómo las percibimos, de qué hacemos con ellas. Que seamos nosotros quienes las hacemos malas o buenas, importantes o insignificantes.
Es una vergüenza, no se puede seguir así. Que alguien decida llevarse por delante a una veintena de niños y que las profesoras no vayan armadas para defenderse. O que unas niñas de trece años vayan provocando impunemente. Lo ponen muy fácil, así no hay quien se pueda comportar. Putas víctimas, luego encima se quejan.