- lunes, 16 de junio de 2025
- Actualizado 04:28
Esta semana se ha consumado la renuncia del Director General de Cultura, Fernando Pérez, que vuelve a su proyecto original, entendiendo que es más atractivo que el actual, el del Gobierno de Navarra. Visto lo visto, parece claro que es el primero (aunque ya ha habido varios en educación) de lo que puede ser un desembarco masivo ante la llegada del fin de la legislatura. No habrá mar para acoger a tanto naúfrago -o polizón- del Gobierno de aquí a un año. Tiempo al tiempo.
No es que sea un fanático del fútbol precisamente, pero esta semana no creo que nadie haya dejado de dar su opinión sobre si fue o no penalti la jugada de Lucas Vázquez en el mintuo 7 del descuento del Real Madrid - Juventus. Unos ven claramente una falta máxima. Otros no ven más que un robo. Y es el mismo penalti. Casualmente, la pertenencia a unos colores gradua la vista en un sentido u otro. Esta semana, como muchas de ellas, en el Parlamento de Navarra se ha visto un nuevo ejemplo de 'hooliganismo político' muy similar. Lo que para unos no es nada, para otros es digno de llevar a fiscalía ¿Existe la objetividad? Juzguen ustedes y dense al piscinazo.
Probablemente por lo madura que ya está la legislatura, o tal vez por el nerviosismo al quedar tan solo un año, los diferentes grupos del parlamento están empezando a copiar iniciativas sin pudor alguno, moda a la que suma el Gobierno de Navarra sin que se le ponga la cara ni un ápice del color bermellón. Una cuestión nada banal que debe de ponernos en alerta de la poca capacidad innovadora de quienes nos gobiernan y de quienes supuestamente aspiran a hacerlo.
Se trata de una operación programada desde el Servicio Navarro de Salud y similar a la que ya se sometió en noviembre de 2015.
Puede que nos mostremos satisfechos y tranquilos ante el avance de Navarra en aspectos de industria, empresa y sociedad. Es verdad que a cortísimo y corto plazo las cosas no pintan mal. Sin embargo, no nos estamos preparando para el futuro en condiciones, y así lo atestigua el Parlamento de Navarra, que pasa de las iniciativas que versan sobre Industria 4.0, Inteligencia Artificial, Digitalización, Ciencia y todo lo que tienen ver con labrarnos un futuro en condiciones. Por nosotros que no quede, si que quedará en el diario de sesiones, en el debe de este Gobierno y, lo que es lamenatable, en el futuro hipotecado de Navarra.
Los discursos encorsetados y preparados 'desde casa', que a medida que se agota la legislatura van in crescendo, hacen que no se escuche ni se responda al debate, con cada parlamentario soltando su texto, muchas veces fuera de todo contexto, pareciéndose el Parlamento, a veces, al juego del teléfono estropeado. Las comisiones, comparecencias, plenos y sesiones de trabajo hay que preparalas, pero entiendo que se empobrece su función si somos incapaces de cambiar ni una sola letra.
Contarán las crónicas que, corriendo el año del señor de 2018, azotada Pamplona por todos los males del nacionalismo vasco, el alcalde y obispo de esa euskocreencia de bandera inglesa pero con colores horteras, Asirón I de la mala rima, encontró un semicírculo de lienzo de los cimientos de un castillo en la plaza ídem y se puso estupendo.
Al margen de los problemas internos de Podemos con sus expulsiones de última hora -detalles en los que no voy a entrar- la realidad es que ya no cuentan para nadie. Para la oposición no son nadie, pero ahora mismo ni para el propio cuatripartito cuentan, corrigiéndoles incluso sus propias iniciativas y desplazándoles en el hemiciclo al único papel de votar lo que les digan y pasar de la gente, aquella que iban a 'salvar' ¿Dónde quedó el rescate ciudadano?.