Las puertas llevan abiertas desde los años 70 muy cerca de Pamplona. Dentro, el aroma a comida casera se mezcla con la decoración de madera, esa que ha resistido el paso del tiempo sin perder su esencia. Hay una barra amplia, mesas donde los clientes se sientan a comer tranquilos y, fuera, una terraza de 14 metros cuadrados con cuatro mesas y 16 sillas.
Está situado en una localidad navarra que sufrió un grave suceso el pasado 13 de enero. Además, una cuadrilla de este pueblo participa en las Javieradas desde hace más de 40 años.
Entre semana, a la hora del almuerzo, siempre hay movimiento. Algunos llegan con prisas, buscan algo rápido pero sabroso, mientras que otros prefieren quedarse un rato más. En la pared, varias pizarras con frases ingeniosas arrancan sonrisas: “Por más vueltas que doy, en este sitio estoy” o “Hemos descubierto un láser que cura la depresión. Láser-vesa (y nosotros las tenemos bien frías)”.
La clientela es fiel, en parte porque la comida no falla. Hay plato del día por solo 6,50 euros, pensado para quienes trabajan cerca y tienen poco tiempo. Cada jornada hay tres opciones distintas, como cordero en salsa con patatas, ensaladilla de txaka con alitas y croqueta, o rabas con patatas y ensalada. “Muchos lo piden para llevar. Cocinar para uno solo a veces es un rollo y, por lo que cuesta, les compensa”, cuenta la dueña.
Hablamos de Aurora Díaz Tomás, una barcelonesa de 49 años que hace casi dos años se puso al frente del bar Poli, en Noáin, apenas a cinco kilómetros de Pamplona. En este tiempo, ha conseguido recuperar el espíritu de bar de toda la vida. “Estoy muy contenta. Ha vuelto a ser un sitio donde la gente se encuentra, come algo y charla. Es el bar del pueblo otra vez”, dice, satisfecha con la acogida.
El plato del día ha sido uno de los grandes aciertos. En su momento, probó con un menú del día, pero no cuajó. “Aquí hay más vecinos que trabajadores y tenía menos salida. Además, con poco personal, no podía permitirme algo tan elaborado. Esto es más fácil de manejar y tiene más éxito”, explica.
Pero si hay algo que ha conquistado a los clientes, es el cachopo. “Fue un descubrimiento. Es lo que más me piden. También hago callos, ajoarrieros, estofados… Me gusta cocinar bien y se nota en la respuesta de la gente. Suelo tener muchas reservas”, comenta.
El trabajo en el bar es exigente, pero los fines de semana son los momentos de más intensidad. De 10:00 a 01:00, el local se llena, sobre todo durante el vermut, que es uno de los momentos estrella. “Se trabaja mucho. Hacemos fritos caseros al momento, cosas para picar… Es cuando más movida hay”, cuenta Aurora, que, por cierto, está buscando camarero. Entre semana, abre de 9:30 a 23:00, salvo los lunes, que cierra por descanso.
El camino de Aurora hasta Noáin ha sido largo. Durante años trabajó en Pamplona, en una cervecería de la plaza de Yamaguchi, pero cuando surgió la oportunidad de quedarse con el Poli, no se lo pensó. “Vine a verlo y dije: ‘Vamos a intentarlo’”, recuerda.
Ahora, con su hermana, su madre y sus tres hijos catalanes, que se han mudado hace poco, siente que ha encontrado su sitio. “Me gusta mucho Navarra. Se vive muy bien. La experiencia ha sido muy buena”, afirma.
Las reseñas de los clientes lo confirman: “Muy bien con los nuevos dueños. ¡Aurora, especial trato! Dos segundos a elegir por 6€, solo al mediodía”. Otro cliente destaca: “Comida casera muy rica. Te atienden con una sonrisa. Bar de pueblo, ideal para almorzar solo, en pareja o con amigos. Perfecto para cazuelas los fines de semana y platos combinados. Lo recomiendo”.
Pero el bar Poli no solo ha sido escenario de buenas comidas y largas sobremesas, sino también de un golpe de suerte. En la Lotería de Navidad de 2013, vendió varios décimos del 81.854, un quinto premio que repartió 60.000 euros a la serie. La mayoría de los agraciados fueron clientes habituales, trabajadores de la zona que aquel año se llevaron una alegría inesperada.
