Evert Céspedes Padilla ha cumplido una década al frente de su propio negocio en Pamplona. Llegó a la capital navarra en 2005 desde Cochabamba y, veinte años después, asegura que se siente “un pamplonés más”. Tiene 53 años, una familia asentada en la ciudad y un local que se ha convertido en referente para quienes buscan probar auténtica comida boliviana.
Su vida ha transcurrido con tranquilidad en Navarra, algo que valora especialmente. “Pamplona es un lugar bastante tranquilo para vivir, cómodo para personas con familia. Es acogedor y la gente es muy buena. Desde que llegamos en 2005 nos han tratado muy bien”, ha recordado. Durante este tiempo ha sabido abrirse camino, primero en un local de la calle Guelbenzu y, desde hace cinco años, en la calle Sangüesa 37, en pleno barrio de la Milagrosa.
Allí se encuentra el bar restaurante Ebenezer, que toma su nombre de un pasaje bíblico. “Eben-Ezer significa ‘hasta aquí Dios nos ha ayudado’”, ha explicado Evert. El lugar se ha ganado a vecinos y visitantes con un menú que incluye especialidades como las salteñas, elaboradas siempre con productos frescos.
“Todo lo que usamos es natural. No hay congelados ni nada de eso. Gustan las salteñas y algunas cosas nativas de nuestro país que no resultan extrañas para los de aquí y que encantan en cuanto las prueban”, ha comentado.
El balance de estos diez años es, para él, positivo. “Hemos tenido muy buena acogida desde el inicio. Hemos ido implementando cosas hasta lograr el restaurante que tenemos en este momento. Nos hemos mantenido bien en la pandemia y seguimos adelante. Sobre todo los sábados y domingos es cuando tenemos mayor afluencia”, ha señalado.
El local abre de lunes a viernes de 9:00 a 20:00 horas, y los fines de semana de 9:00 a 18:00 horas, descansando los martes. También ofrecen comida para llevar mediante pedidos por teléfono y una plataforma en internet.
La familia de Evert también forma parte de la historia del negocio. Vive en Pamplona con su esposa Andrea, modista con taller en la calle Abejeras 18, y con tres de sus hijos navarros: Sara, de 25 años, Rodolfo, de 20, y Andrés, de 13. “Dos de ellos, Sara y Rodolfo, me ayudan en el negocio”, ha contado con orgullo. El mayor, Samuel, de 30 años, está casado y es natural de Bolivia. “Gracias a Dios estamos bien. Completamente afincados e instalados en Pamplona”, ha expresado.
A pesar de llevar tanto tiempo en Navarra, mantiene lazos con su tierra. Ha podido viajar en dos ocasiones a Bolivia, aunque reconoce que “los costes de viaje son muy caros”. Allí siguen viviendo su madre, de 77 años, y tres de sus hermanos. “Se lo hemos propuesto, pero mi madre no quiere moverse de allí”, ha explicado.
El cariño por Pamplona ha terminado por arraigarlo definitivamente. “No nos hemos movido porque nos gusta. Yo no soy de un lugar muy movido o ruidoso y me he acostumbrado. Además, el negocio funciona y nos va bien”, ha confesado. Y hay fechas especiales en las que el restaurante se llena todavía más. “En San Fermín es cuando más afluencia tenemos, son días que aprovechamos”, ha reconocido.
Los clientes también han dejado constancia del éxito de Ebenezer en sus reseñas. “Por aquí de paso, y grata sorpresa, nos hemos comido dos empanadas de queso y una bandeja con ternera, pollo, salchicha, patatas... El servicio bueno y agradable y la salsa picante un manjar. Si volvemos a Pamplona, volveremos”, ha escrito un usuario en internet.
Otro ha añadido: “Recomendación de amigos bolivianos. Visitar Ebenezer y probar su variedad de platillos autóctonos de Bolivia. Siempre que paso por la Milagrosa disfruto de sus salteñas, son riquísimas”.
