"Fuimos el primer negocio en esta zona y hemos visto crecer a todos desde que empezamos", aseguran apenados sus dueños.
En la calle Luis Morondo del barrio de Azpilagaña, a las seis de la mañana ya huele que alimenta. La culpa la tienen Félix y Puy Izcue, dos hermanos de Murugarren, una pequeña localidad del valle de Yerri, que han madrugado muchísimo para elaborar las más deliciosas piezas de bollería y pasteles que muchos recuerdan en Pamplona.
Felix se levanta cuando muchos todavía siquiera se han acostado, y entre productos de repostería y azúcar amasa docenas de kilos de harina para hacer hojaldres, cruasanes, bollos, bizcochos, magdalenas, ensaimadas, coronillas, rosquillas, tortas... y Puy le toma el relevo a las siete de la mañana para abrir el despacho y vender todos estos productos.
Y así lo hacen desde hace casi cuarenta años, pero después de tanto tiempo, las puertas de la Pastelería Monjardín van a cerrar para siempre este 30 de junio.
Para tristeza no sólo de los vecinos que a diario compraban pan y dulces en la pastelería, pero especialmente de Félix y Puy, que con ganas de un merecido descanso, a poco tiempo del cierre, echan la vista atrás para recordar las miles y miles de horas de trabajo recompensado por el cariño del barrio y sobre todo, de los clientes de la pastelería.
"Esto es bonito, pero es muy esclavo. Fuimos el primer negocio en esta zona y hemos visto crecer a todos desde que empezamos", aseguraba Puy en un reportaje con este periódico publicado las pasadas navidades.
Ya lo anunciaban entonces y, ante la falta de relevo generacional, durante unos meses han estado buscando un posible traspaso que jamás ha llegado.
Y el barrio, y toda Pamplona, echará de menos esas tartas por encargo, las bombas de nata, los milhojas de crema, los garrotes caseros, los buñuelos rellenos, las tartaletas, los pastelitos, los roscones de reyes, las roscas de San Blas...
