Maitagarri, la icónica tienda de moda mujer en la calle Mayor de Pamplona, ha cumplido 40 años y lo hace con un cambio de rumbo. Tras la jubilación de sus dueñas fundadoras, Ascen Sanz de Galdeano Bomba, natural de Luquin, y Garbiñe Zabalza Blasquiz, de Roncal, el negocio ha pasado a manos de Dimelza Quinteros Soto, una emprendedora de 43 años, originaria de Bolivia, que lleva 20 años viviendo en Navarra y que ha tomado el relevo con determinación y nuevas ideas.
Maitagarri está muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en esta sección de comercio local en la capital navarra, como por ejemplo la Zapatillera o la histórica deportes Zariquiegui.
Maitagarri ha estado más de 20 años en el número 7 de la calle Mayor, tras otros 16 años en otro local de la misma vía. "En total, hemos estado 35 o 37 años, pero ahora toca retirarnos", explican sus anteriores propietarias. Ambas decidieron dar el paso juntas y cerraron su etapa en mayo de 2023.
Cuando Dimelza Quinteros asumió la dirección de la tienda hace año y medio, tenía claro que no sería un camino fácil, pero tampoco estaba dispuesta a dejar escapar la oportunidad. "Pensé en cambiar el nombre, pero tiene mucha historia y quiero conservarlo", cuenta con orgullo.
Aunque reconoce que la rentabilidad no es inmediata, asegura que el esfuerzo tiene recompensa. "Pago las facturas, que no es poco. No me haré rica de la noche a la mañana, pero soy mi propia jefa y eso tiene muchas ventajas", subraya.
Su arraigo en Pamplona es indiscutible. "Llevo media vida aquí. Cuando llegué tenía 22 años y ahora vivo en La Milagrosa con mis padres y mis tres hermanas. Ya puedo decir que esta ciudad es mi hogar". Además, su familia ha echado raíces en la zona. "Tenemos una huerta en Pueyo con olivos. Eso nos mantiene conectados a la tierra y a nuestras costumbres".
Con su llegada, la tienda también ha experimentado cambios. "Lo que más se vende es bisutería y broches, mucho más que la ropa. Hay demasiada competencia en moda, pero estos artículos en Pamplona no se ven tanto, y la gente los busca".
Ha reforzado el área de complementos, añadiendo más bolsos y accesorios, aunque sigue ofreciendo ropa. "Las antiguas dueñas no trabajaban tanto estos productos, pero yo sí", explica con entusiasmo.
La acogida ha sido positiva. "Los vecinos están contentos porque quieren que el comercio siga vivo". En cuanto a la clientela, hay una mezcla entre las de siempre y las nuevas que se han fidelizado con su propuesta. "Algunas clientas de antes siguen viniendo, pero también he fidelizado nuevas".
No todo ha sido fácil. "Las personas aquí son toscas al principio, pero cuando te conocen, la acogida es muy buena", admite. Sin embargo, lo más desafiante ha sido combatir los prejuicios. "Llegas con etiquetas. Piensan que no tienes estudios y no es así. Yo soy administrativa y he estudiado en la universidad. Es duro empezar de cero, pero con esfuerzo se consigue".
Con energía y visión, Dimelza Quinteros ha logrado mantener viva una tienda histórica y al mismo tiempo dejar su propia huella en ella.
