• martes, 25 de noviembre de 2025
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COMERCIO LOCAL

El expectacular paraíso del té de Ricardo en un pueblo de Navarra: "Tengo más de cien diferentes"

“Tengo tés con especias, flores o frutas, otro con aroma de trufa, e incluso uno de champán con aroma a fresa”, cuenta con una sonrisa.

Ricardo Echeverría es el dueño de la tetería Sukiya en Estella. Navarra.com
Ricardo Echeverría es el dueño de la tetería Sukiya en Estella. Navarra.com

A Ricardo Echeverría Zudaire le basta con abrir la puerta de su local para que el aroma del té lo inunde todo, en un local a solo media hora de Pamplona. En las estanterías se alinean más de 120 variedades diferentes, cuidadosamente ordenadas por mezclas, colores y fragancias. “Tengo tés con especias, flores o frutas, incluso uno de champán con aroma a fresa”, cuenta con una sonrisa mientras observa los tarros que llenan el mostrador. “Hay uno con aroma de trufa que es como chocolatado, otro de frutas del bosque... y ahora están muy de moda los tés verdes, de mucha calidad, que la gente me pide mucho”.

Pamplonés de nacimiento, Ricardo tiene 53 años y vive desde hace 25 años en la cercana localidad de Murieta, aunque sus raíces están en el valle de Allín. “Mis padres eran de la zona del valle. Me crié en Pamplona, pero luego hemos vuelto”, recuerda.

En 2008 abrió su propia tetería y cuatro años más tarde, en 2012, amplió el espacio con una crepería. Así nació Sukiya, un rincón que combina el té con el sabor de los crêpes y que se encuentra en la calle Calderería 19 de Estella, muy cerca de la guarnicionería Goyache y del bar Roncesvalles by Paco.

El nombre tiene historia. “Sukiya literalmente quiere decir la casa del té en japonés”, explica. “Pero no como si fuera una tienda, sino un lugar en la casa donde los anfitriones invitaban al té a sus amigos”. Y ese espíritu acogedor es el que se respira en el pequeño local, decorado con madera, luz cálida y un aroma constante a fruta y hierba recién infusionada.

“Estoy contento. Va bien. Voy resistiendo todos estos años. No me puedo quejar”, comenta mientras prepara una bandeja. El negocio ha evolucionado con el tiempo: “La gente ha respondido bastante bien a la venta de té, que ha ido creciendo poco a poco, como la crepería, que ha subido mucho con la gente joven gracias a los batidos de fruta”.

En el día a día, Ricardo se encarga de todo. “Yo me lo como y yo me lo guiso. Al final esto da lo que da. Hay momentos en los que echas de menos tener a alguien más porque se satura, pero son ratos. Me defiendo bien”, dice entre risas. Y es que trabaja solo, tanto en el interior del local como en la terraza exterior, un espacio que no piensa ampliar. “Tampoco puedo más porque estoy solo, y si amplío sería un desastre. No podría llegar a todo”.

El horario también requiere constancia: descansa los domingos y los lunes por la mañana, y el resto de los días abre mañana y tarde. “De un negocio así se puede vivir, si no te van mucho los grandes lujos”, admite.

En la barra se mezclan el murmullo de las conversaciones y el sonido de la plancha. En Sukiya se vende té a granel, pero también hay quien acude por las meriendas. “Viene gente a la hora de las crêpes dulces y saladas. En verano triunfan los batidos de fruta fría o helada. También tengo horchatas y tarrinas de helado para combinar con las crêpes. No es una heladería de cucurucho, sino un sitio para disfrutarlo con la merienda”, cuenta.

El flujo de clientes se mantiene todo el año. “No hay mucha diferencia entre estaciones. En verano, con buen tiempo, la gente coge su batido y sale a la calle, y en invierno se quedan dentro, al calor, donde hay bastantes mesas”, explica.

Su pasión por el té nació en casa. “En la familia hemos sido siempre cafeteros, y no faltaba nunca el té. Aquí antes había un negocio de masajes y cuando se quedó libre la bajera pensé: ‘¿qué falta en Estella?’. No había una tetería. Me decidí, y al principio no pensaba en cafetería, pero para vivir solo del té no llegaba. Un día me lancé y la amplié”, recuerda con naturalidad.

Después de diecisiete años al frente de Sukiya, sigue con ilusión. “Aún me queda. Estoy contento, a gusto, y me gusta lo que hago. Ves que a la gente también le gusta este producto”, asegura. Su hija Naira, de 21 años, no seguirá el negocio familiar. “No es del mundo de la hostelería. No quiere saber nada. Es de campo. Le gustan más los animales. Habrá que buscar el relevo fuera de la familia”, comenta divertido.

Los clientes parecen compartir su entusiasmo. Las reseñas en redes sociales reflejan el cariño que despierta el local. “El sitio es pequeño pero muy bien ambientado. Pedimos crêpes saladas de queso de cabra, buenísimas, y una hamburguesa también muy buena. Para rematar, las crêpes de Nutella espectaculares”, escribe uno.

Otro repite experiencia: “Buen sitio para disfrutar de un té y un crêpe, con una atención agradable. He vuelto, esta vez para cenar. Todo perfecto y deliciosa la hamburguesa de potro”. Y hay quienes ya son habituales: “Fieles al Sukiya. El mejor sitio de Estella sin duda. Variedad y calidad. Comida casera muy buena, recomendable 100%. Richard, un crack. Se come de lujo aquí; qué ricos crêpes y qué tostadas más grandes. Qué buena elección”.

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