• sábado, 05 de julio de 2025
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SAN FERMÍN

José, fundador y leyenda viva de una peña de San Fermín hace 50 años: “Costó porque no éramos de Pamplona”

Fue en los años 70 cuando, viendo que todo estaba por hacer, se lanzó con un grupo de amigos a crear una peña.

José Guerrero Montesinos sostiene su libro de los 50 años de la peña El Txarco de Ansoáin. Navarra.com
José Guerrero Montesinos sostiene su libro de los 50 años de la peña El Txarco de Ansoáin. Navarra.com

Tiene casi 82 años, viene de Ronda y cada sábado no perdona el almuerzo con su cuadrilla. José Guerrero Montesinos no solo ha sido testigo del crecimiento de su barrio y de su gente, sino que ha levantado con sus propias manos uno de los proyectos vecinales más singulares de cuantos han tenido lugar en las fiestas de San Fermín. Una historia de empeño, de trabajo en comunidad y de orgullo andaluz y navarro a partes iguales.

José llegó a Pamplona siendo apenas un chaval, con solo 17 años, acompañando a sus padres en una vida de traslados. Su padre trabajaba en la construcción de pantanos en tiempos de Franco y, de pueblo en pueblo, acabaron en Navarra.

 

Él fue el primero en instalarse, después llegó su novia, Encarnación Denia Moreno, natural de Jaén, y se casaron en la capital navarra. Aquí criaron a sus tres hijos: Montse, José e Isabel. “Aunque ahora vivo en Burlada, mi vida la he hecho en Ansoáin”, cuenta con una sonrisa que mezcla satisfacción y nostalgia.

Fue en los años 70 cuando, viendo que todo estaba por hacer, se lanzó con un grupo de amigos a crear una peña. La llamaron El Txarco. El nombre no fue casualidad: “Ansoáin era un caos urbanístico, todo lleno de barro y charcos. Teníamos que ir saltando de uno a otro para movernos por el pueblo”, explica. Con 200 pesetas en el bolsillo alquilaron una bajera de 36 metros cuadrados y, a base de sábados de martillo, brocha y bocadillo, convirtieron aquel rincón en un local social.

La localidad, pegada al barrio pamplonés de la Txantrea, no tenía entonces apenas infraestructuras. Pero José y los suyos no se echaron atrás. Compraron el local, lo adecentaron a pulso y lograron que El Txarco fuera reconocida como peña oficial de San Fermín poco después de su fundación.

Fue una conquista difícil: “Me costó mucho porque no éramos de Pamplona. Hubo desprecios, pero también mucho trabajo”, recuerda. Presidió la peña durante décadas, hasta hace solo cuatro años, cuando pasó el relevo.

Para celebrar el medio siglo de vida del grupo, José ha presentado un libro que él mismo ha escrito: Un sueño hecho realidad… así nació la peña El Txarco. Es una publicación modesta, pero cargada de memoria, fotografías y verdad. “No hay una sola cosa en el libro que no sea cierta. Para eso soy muy fiel”, ha afirmado. El acto de presentación, el pasado 20 de junio, llenó la sede de la peña hasta los topes. “Me quedé emocionado. No me lo esperaba. Fue muy bonito”, reconoce todavía con los ojos brillantes.

Cada sábado, fiel a su cita, José sigue acudiendo al local para almorzar con sus amigos. “No me lo puedo perder”, repite. Su historia, como la de la peña, está escrita en esfuerzo. Tras jornadas de trabajo en la empresa Eaton, regresaba a casa con tres hijos pequeños y aún encontraba energías para levantar un proyecto común. “He pasado mucho aquí. Pero el cariño que me han dado ya me ha pagado”, afirma sin dudarlo.

José Guerrero, a la derecha, con su cuadrilla de almuerzos en la peña El Txarco de Ansoiáin. Navarra.com
José Guerrero, a la derecha, con su cuadrilla almorzando en la peña El Txarco de Ansoáin. Navarra.com

Hoy, El Txarco cuenta con 230 socios y una cantera de 50 txikis que asegura el futuro de esta peña única en su especie, la única oficial de San Fermín que no pertenece a Pamplona.

Al frente está ahora Carlos Jiménez Sarasa, nacido en 1984, técnico en mantenimiento, concejal de Contigo Zurekin en el Ayuntamiento de Ansoáin, y muy implicado en las actividades deportivas y culturales del municipio. La peña organiza, entre otras iniciativas, la carrera popular del 1 de mayo y propuestas lúdicas centradas en los más pequeños.

Desde su silla en el almuerzo, José lo observa todo con la serenidad de quien sabe que lo ha dado todo. “Con lo que me han dado, ya estoy pagado”, insiste. Y es que no todos pueden decir que han creado una peña de San Fermín con las manos, los amigos y el corazón.

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