Ujué, una de las localidades más pintorescas de Navarra, no sólo destaca por su encanto medieval y su santuario fortificado, sino también por una rica tradición gastronómica.
Entre sus especialidades, las migas de pastor son especialmente conocidas. Tanto es así que este pueblo les dedica una jornada, El Día de las Migas de Ujué. También su cascaraña, una torta de pan dulce, con aceite y azúcar.
Sin duda, el pan es un ingrediente indispensable en muchas de las recetas de este pueblo de Navarra, en el que también son típicas las tostadas de aceite y ajo.
Sin embargo, en Ujué hay otro dulce típico que elaboran varias familias y hace sucumbir a los paladares más golosos. Se trata de las almendras garrapiñadas. Este emblema dulce de la villa es un recuerdo indispensable para quienes la visitan.
La historia de este manjar se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Estefanía Arangua, viuda de un boticario del pueblo, comenzó a elaborarlas y venderlas en su farmacia.
Aprovechando la abundancia de almendras en la zona y el flujo de romeros hacia el santuario de Santa María de Ujué en las romerías, Estefanía encontró en este dulce una forma de sustento para su familia. Inicialmente, también preparaba guirlaches y chocolates, pero con el tiempo se enfocó exclusivamente en la producción de almendras garrapiñadas.
Su legado perduró y la calidad de sus almendras fue reconocida en 1926, cuando recibieron una medalla de oro en la Exposición Regional de Agricultura e Industria de Pamplona. Desde entonces, este dulce se consolidó como un símbolo de la gastronomía local, manteniendo su receta intacta hasta la actualidad.
Las almendras garrapiñadas de Ujué se distinguen por su textura fina y brillante, sin los grumos de azúcar que caracterizan a otras variedades. Su preparación es un proceso laborioso que requiere atención y paciencia. Se cocinan en un almíbar de azúcar y agua, removiéndolas constantemente para garantizar un recubrimiento uniforme.
El punto exacto de caramelización es clave: deben quedar con un color marrón oscuro brillante y una textura crujiente. Una vez listas, se dejan enfriar sobre una superficie de mármol y se separan manualmente.
La receta ha pasado de generación en generación dentro de la familia Arangua, hasta llegar a Laura Garde San Martín, quien actualmente lidera el negocio. Bajo su dirección, se mantiene la elaboración artesanal que ha dado fama a estas almendras durante más de un siglo.
Para quienes visitan Ujué, además de adquirir este dulce tan especial, pueden disfrutarlo en Aromas de Ujué, un acogedor salón de té y café ubicado en la entrada del pueblo y que regenta la propia Laura Garde.
En este espacio, la tradición y la hospitalidad se fusionan, permitiendo a los visitantes deleitarse con las almendras garrapiñadas acompañadas de una taza de té o café, mientras disfrutan del entorno medieval del pueblo.
La terraza del salón, rodeada de la belleza arquitectónica de Ujué, es un rincón ideal para hacer una pausa y saborear la repostería local. Además, el establecimiento ofrece la posibilidad de disfrutar del espacio con comida propia, asegurando una experiencia acogedora para todos los visitantes.
El amor por las almendras garrapiñadas se ha extendido por todo el pueblo, dando lugar a otras marcas que han mantenido viva la tradición.
Almendras Garrapiñadas Hija de Regino Sola: Fundada en 1927, esta empresa familiar ha conservado la receta original transmitida de generación en generación. Además de almendras, elaboran el tradicional guirlache, otro dulce emblemático de la región.
Algar - Almendras Garrapiñadas Artesanas de Ujué: Dirigida por los hermanos Sendoa Jurío, esta empresa mantiene una producción artesanal desde 1978, utilizando ingredientes naturales y asegurando una calidad excepcional.
Las almendras garrapiñadas de Ujué han trascendido generaciones, convirtiéndose en una seña de identidad del pueblo. Su sabor inconfundible y su meticulosa elaboración las han hecho merecedoras de un lugar privilegiado dentro de la gastronomía navarra.
Quienes visitan Ujué no solo se llevan un dulce recuerdo, sino también una parte de su historia, un legado que sigue endulzando paladares y manteniendo viva la esencia de este rincón medieval de Navarra.
