Anorexia y bulimia entre menores han reforzado el papel del pediatra en la detección precoz y en la prevención. Un trabajo conjunto de especialistas subraya que estos trastornos, al alza, requieren actuar desde la primera consulta.
El artículo, publicado en Anales de Pediatría, reúne a psiquiatras y pediatras de la Clínica Universidad de Navarra, del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús (Madrid) y del Hospital Universitario y Politécnico La Fe (Valencia), que han reclamado un abordaje temprano y multidisciplinar.
La Dra. Azucena Díez, directora de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra, ha explicado que la detección precoz es decisiva ante enfermedades graves como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón. Ha recordado que tras la pandemia se ha observado un aumento notable y un inicio cada vez más temprano.
Por su parte, la Dra. Raquel Jiménez, jefa de Pediatría General y de la Unidad de Medicina del Adolescente del Hospital Niño Jesús, ha valorado que el pediatra tiene un rol clave en la prevención primaria: promover una relación sana con la alimentación y el cuerpo y, ante un posible caso, estabilizar al paciente mientras accede a la atención especializada.
La Dra. Gemma Ochando, pediatra de la Unidad del Niño Internacional de La Fe, ha subrayado la necesidad de un enfoque interdisciplinar desde fases tempranas para no dejar solo al paciente. Ha añadido que intervenir a tiempo puede evitar complicaciones futuras.
Para avanzar en prevención, el equipo recomienda evitar dietas restrictivas, ayunos o pérdidas de peso sin control médico y fomentar hábitos saludables, comidas en familia y una relación positiva con la imagen corporal. También piden mantener un alto índice de sospecha ante señales como dolor abdominal, mareos, amenorrea o conductas alimentarias inusuales.
En este contexto, el estudio insiste en que anorexia y bulimia en menores exigen coordinación estrecha entre Pediatría, Salud Mental y familias, con el pediatra como primer eslabón para sospechar, derivar y acompañar. Además, recomiendan vigilancia activa en las edades de mayor riesgo y seguimiento continuado tras el inicio del tratamiento.
Finalmente, los autores recuerdan que nombrar el problema, explicar sus riesgos y promover hábitos cotidianos protectores pueden marcar la diferencia. Detectar a tiempo anorexia y bulimia, remarcan, mejora el pronóstico y reduce recaídas.