Entre los verdes parajes del Valle de Baztan y la villa de Etxalar, se esconde un lugar de gran valor histórico y cultural: el Molino del Infierno.
Este antiguo molino, situado junto a la regata del Infierno, es un vestigio de tiempos pasados y un testimonio de la historia y la resiliencia de los habitantes de esta zona. La regata, que discurre entre los barrios de Orabidea (Lecaroz) y Chimista, es un arroyo rodeado por la espesura del bosque atlántico, y siguiendo su curso, se llega al molino, un edificio que en su tiempo fue fundamental para la economía y la supervivencia de los locales.
Construido en la época carlista, desempeñó un papel clave durante los conflictos bélicos en la región. Durante las Guerras Carlistas, los soldados dispersos por la zona se acercaban al molino para aprovisionarse de harina, indispensable para su subsistencia.
Posteriormente, durante la Guerra Civil Española, fue el único molino en toda el área que permaneció en funcionamiento, aunque de manera clandestina. Este detalle destaca la importancia del lugar, que se mantuvo operativo pese a las restricciones y amenazas de la época, garantizando la producción de harina para los habitantes locales.
Durante muchos años, el molino perteneció a la Villa de Etxalar y al Valle de Baztan, pero con el paso del tiempo quedó en situación de abandono, en un estado ruinoso que lo llevó al borde del colapso.
Fue en el año 2000 cuando la familia Argarate, propietarios del cercano restaurante Etxebertzeko Borda, decidieron adquirirlo y emprender una completa rehabilitación. Gracias a esta iniciativa, ha recuperado su esplendor y se ha convertido en un sitio de interés cultural e histórico, accesible para todos aquellos que desean conocer la historia y belleza natural de la zona.
Actualmente, el Molino del Infierno es un punto de referencia en las Tierras de Baztán-Bidasoa y un atractivo turístico que combina la historia con un paisaje natural impresionante.
Se puede acceder a él desde diferentes puntos, y su proximidad al restaurante Etxebertzeko Borda lo convierte en una parada ideal antes o después de disfrutar de una comida en este conocido establecimiento. Los visitantes pueden optar por dos rutas para llegar al molino: desde Etxebertzeko Borda, en la carretera NA-4453, en el punto kilométrico 16, o desde el cruce de Irigoiengo Bordako, en el punto kilométrico 14,9 de la misma carretera.
El camino hacia el molino es parte de la experiencia, ya que permite adentrarse en un entorno de gran valor natural, dominado por la vegetación típica del bosque atlántico y el murmullo constante de la regata. A medida que se avanza, el paisaje se vuelve más envolvente, hasta que finalmente se descubre la estructura del molino, que hoy día se conserva abierta al público gracias al esfuerzo de la familia Argarate.
El acceso en coche es posible hasta ciertos puntos de la pista de Orabidea (NA-4453), en los puntos kilométricos 16,6 y 14,9, desde donde se debe continuar a pie. Desde Etxalar y otros puntos como Oronoz-Mugaire o Otsondo, existen también rutas que permiten llegar al molino, adaptadas para quienes prefieren realizar una caminata más larga o disfrutar de los alrededores.
Infernuko Errota es un claro ejemplo de cómo la preservación de patrimonio puede convertir un lugar en desuso en un atractivo turístico y cultural.
Para aquellos que busquen una experiencia auténtica en el norte de Navarra, una visita al Molino del Infierno es una excelente opción. Rodeado de un paisaje impresionante y con una historia que merece ser contada, este molino es un testimonio del pasado que sigue vivo y accesible para todos aquellos que deseen descubrirlo.
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