• viernes, 02 de mayo de 2025
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SOCIEDAD

Las monjas que se despiden de un pueblo de Navarra después de 130 años en su convento

El cierre del convento deja un vacío entre los vecinos, que han considerado durante generaciones a las religiosas un símbolo de fe, acogida y tranquilidad

Convento de Santa Clara de las hermanas Clarisas en Lecumberrri. AYUNTAMIENTO DE LECUMBERRI
Convento de Santa Clara de las hermanas Clarisas en Lecumberrri. AYUNTAMIENTO DE LECUMBERRI

El convento de las Clarisas de Lecumberri ha cerrado sus puertas después de más de un siglo de presencia en la localidad. La marcha de las siete últimas religiosas ha marcado el fin de una etapa profundamente vinculada a la historia y a la vida espiritual del pueblo.

La comunidad de religiosas, que se instaló en la travesía de Lecumberri en el año 1895, ha formado parte del paisaje humano y emocional del municipio durante 130 años. Para muchos vecinos, el convento ha sido mucho más que un edificio religioso: un lugar donde encontrar consuelo, silencio y afecto.

Recientemente, el arzobispo de Pamplona y Tudela, Florencio Roselló, presidió una misa de despedida en la iglesia del convento, donde reconoció la labor de las clarisas durante más de un siglo. “Nos despedimos no como quien pierde, sino como quien reconoce un regalo que ha marcado generaciones de este valle”, expresó. En su homilía, subrayó que la clausura del convento, aunque dolorosa, es también “una decisión impregnada de fe”, y agradeció a las religiosas por haber sido “alma discreta” de la comunidad. “Aquí, en Lecumberri, el sueño de San Francisco y Santa Clara se ha hecho realidad”, recordó emocionado.

La mayoría de las religiosas que han residido en el convento en los últimos años son ya de edad avanzada. Con el paso del tiempo, el reducido número de hermanas y el tamaño del edificio han hecho inviable su continuidad. “Ya no podíamos seguir, la casa es muy grande para nosotras”, explicaron a algunos de los vecinos de la localidad.

Las siete clarisas han sido acogidas en distintos conventos de otras localidades, donde continuarán con su vida consagrada. A pesar de la separación, aseguran llevar consigo el cariño de la gente de Lecumberri, que siempre las ha acompañado.

La marcha de las Clarisas no solo supone la pérdida de una presencia religiosa, sino también de un referente social y espiritual. Durante décadas, han acompañado a generaciones de vecinos en momentos de alegría y duelo, y han sido testigo discreto de la evolución del pueblo.

El convento, ubicado en la zona de Errotazelaia, fue construido entre 1888 y 1892 gracias a la iniciativa de José María de Juanmartiñena y su esposa Juana Josefa Noguera, a petición de su sobrina Sor María Pilar de San Juan de la Cruz. Según se recoge en la página web del Ayuntamiento de Lecumberri, el monasterio se levantó siguiendo planos de José María Mugika, y conserva una estructura tradicional con claustro central y una iglesia de estilo gótico con nave única. En su interior destaca un retablo ecléctico del siglo XX presidido por las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y de María, San Francisco de Asís y Santa Clara. La sencillez arquitectónica, unida al simbolismo espiritual del lugar, ha contribuido a su carácter acogedor y sobrio a lo largo de los años.

“El amor sembrado permanece”, dijo también el arzobispo Roselló. “Cada rosario rezado, cada salmo entonado en la madrugada, cada eucaristía vivida con fe… todo eso ha sido un hilo invisible que ha sostenido a muchas personas, incluso sin que lo supieran”.

Con su salida, Lecumberri queda huérfano de un espacio que ha simbolizado la paz y la introspección para muchos. Un lugar que, aunque ya no cuente con presencia física, permanecerá en la memoria colectiva como parte fundamental de su identidad.

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