Hace años que la pamplonesa Yolanda Moreno decidió dar un cambio radical a su vida. Dejó su trabajo de economista en una multinacional en Madrid para encontrarle un sentido más profundo y coherente a su vida. Lo dejó todo y apostó por vivir y trabajar en la Montaña de Navarra, abandonando su carrera laboral y un futuro que cualququiera, entonces, podría haber esperado brillante.
Y lo hizo por ella misma, "por darme la oportunidad de tener una vida mejor con la que yo me sintiera bien, después de atravesar un crisis". Lo que entonces no sabía, o tal vez en lo más profundo, sí es que la solución pasaba por los caballos.
Al principio organizaba paseos a caballo, "pero sentía que algo no encajaba". Fruto de una evolución personal, y de su forma de relacionarse con el mundo animal surgió Caballos del Bosque, un proyecto profundamente personal y transformador, en la localidad de Igoa (Basaburua). En este espacio, los protagonistas -los caballos- no se montan: se acompañan. Caballos y personas comparten un entorno de libertad, conexión emocional y presencia consciente.
El corazón del proyecto reside en dos objetivos esenciales: por un lado, garantizar el bienestar de los caballos, que viven en manada y en libertad, con amplios pastos donde moverse a su ritmo. Por otro, reconectar a las personas con la naturaleza y consigo mismas a través de la convivencia con estos animales, sin montarlos ni imponerles nada.
Yolanda lo explica con claridad: “Esto no va de montar caballos. Va de escucharlos, de estar con ellos sin expectativas, sin jerarquías. De mirar y dejarnos mirar”.
El proyecto atrae a familias, adolescentes, personas con diversidad funcional, adultos en busca de calma, grupos de empresas, e incluso amantes de los caballos sin caballo propio. Cada actividad se adapta a las necesidades del grupo, siempre desde una mirada inclusiva, empática y consciente.
Caballos del Bosque ofrece propuestas tan diversas como experiencias familiares, jornadas de autocuidado, baños de sensaciones, retiros individuales o talleres de comunicación no violenta. Los precios varían entre 30 y 75 euros por persona, y en todos los casos se destinan al cuidado de los animales y al mantenimiento del lugar.
Quienes se acercan hasta Igoa se encuentran con una experiencia inesperada: una clase de ciencias naturales entre prados, la oportunidad de convivir con una manada de caballos, o incluso observar las estrellas tumbados en el campo, acompañados por ellos.
Los retiros individuales están pensados especialmente para mujeres que desean reconectar con una vida más sencilla, más real. “Aquí la naturaleza sana, los caballos nos enseñan sin hablar, y el silencio se vuelve compañía”, dice Yolanda. También hay actividades para empresas, centradas en el trabajo en equipo, el liderazgo y la gestión de emociones.
En este entorno, los caballos actúan como espejos emocionales, ayudando a quienes participan en las actividades a tomar conciencia de sus emociones y procesos personales. Yolanda, además de economista, es psicoterapeuta Gestalt, y ha volcado toda su formación en construir un espacio donde el desarrollo emocional esté al servicio de la vida.
La diversidad también está presente. Las experiencias están abiertas a personas con discapacidad visual, movilidad reducida o diversidad funcional, y se adaptan a cada caso. Incluso quienes conviven con perros pueden participar junto a sus animales.
Una de las experiencias más singulares es la de apadrinar un caballo rescatado o alojar el propio en un entorno de libertad. La finca de más de 20 hectáreas cuenta con refugios, manantiales naturales y supervisión diaria. “Sabemos lo que significa confiar el cuidado de tu caballo a otra persona. Aquí puede volver a ser simplemente caballo”, afirma.
No todo ha sido fácil. Yolanda reconoce que los mayores retos han sido encontrar una propuesta auténtica y viable. En sus inicios, ofrecía paseos a caballo, pero sentía que algo no encajaba. Tras un proceso profundo de escucha interior, se dio cuenta de que su camino era otro: proponer una experiencia a ras de tierra, de tú a tú con el animal, desde el respeto mutuo.
Su mayor logro, dice, es haber creado un proyecto coherente con sus valores. "He aprendido a identificar lo que no quiero hacer y eso me da claridad para seguir creciendo sin traicionar mi esencia", explica. Aun así, sabe que necesita alcanzar una mayor viabilidad económica para consolidar el proyecto a largo plazo.
Yolanda habla con pasión de su propósito: que más personas descubran una forma diferente de estar con los caballos, una alternativa a la tradicional, sin comparaciones ni juicios. Y que ese espacio sirva también para reconectar con lo humano, con la calma, con el ahora.
“Caballos del Bosque es un lugar donde los caballos desahuciados pueden volver a ser caballos, y las personas, personas”, resume. Un rincón en el bosque donde vivir de nuevo el presente, recuperar la paz y disfrutar de la vida sin prisas, sin ruido, sin exigencias. Simplemente siendo.