Uno de los tesoros naturales de Navarra es sin duda el Nacedero del Urederra. Enclavado en el corazón de Tierra Estella, sus aguas de color turquesa atraen a visitantes de infinidad de puntos de la geografía española atraídos por el enclave natural y la singular belleza del paraje.
Pero en sus inmediaciones, a sólo dos kilómetros y medio del párking de entrada al Nacedero se encuentra la localidad de Baríndano, un pueblo que no llega a los 100 habitantes, pero que alberga una de las perlas de la gastronomía navarra: el restaurante Casa Faustina.
Se trata de un establecimiento a la antigua usanza. Una casa de comidas tradicional en la que se miman las recetas de la gastronomía navarra y de la que marcharse con hambre es prácticamente imposible.
Un negocio que fue fundado el siglo pasado por Faustina, la madre de la actual propietaria y en el que daba de comer a los trabajadores, montañeros o viajeros que se acercaban por Barindano. Hoy en día lo regenta su hija Ana y, a juzgar por las reseñas de las distintas plataformas de turismo y gastronomía, todo el mundo sale satisfecho.
La clave, sin duda, es la calidad junto a la cantidad. La comida se sirve a modo de degustación, es decir, no hay carta. Los comensales no tienen que elegir. Simplemente comienzan a sacar comida y el cliente puede servirse de cada plato tanta cantidad como desee y las veces que quiera.
Lo primero en llegar a la mesa suele ser una ensalada mixta a base de lechuga, cebolla, tomate, atún, huevo duro y aceitunas. Es sólo el comienzo, porque a continuación sacan una deliciosa sopa de cocido cocinada cada día a fuego lento en sus cocinas. Insistimos en que se puede repetir tantas veces como se desee.
De la sopa se pasa a la contundencia de unas alubias rojas también hechas en casa al estilo tradicional, con sus alubias a remojo de la noche anterior y sus correspondientes "sacramentos". El puchero se queda en la mesa para quien quiera repetir, e incluso se puede pedir más a cocina.
Tras las alubias es el momento de desengrasar y lo hacen con una menestra de verduras de la huerta navarra, o en su defecto, un plato de alguna verdura concreta, por ejemplo borraja, cocinada también a la navarra. De nuevo las fuentes se dejan en la mesa y cada cliente se sirve la cantidad que desee.
Podría parecer que acaban los primeros platos, pero no. A continuación llega la paella mixta, con mariscos, moluscos y trozos de carne. Por supuesto, también se sirve a demanda.
Ahora sí que han acabado los primeros platos y comienzan los segundos. Y de buenas a primeras sale el gorrín asado. Es el único plato del que no se puede repetir. Ponen una ración generosa para cada comensal y está tierno y jugoso por dentro y crujiente por fuera después de haber pasado toda la mañana en el horno.
A estas alturas de la comida, alguno ya no pueden más, pero hay que sacar espacio de donde sea en el estómago para meter lo que viene a continuación: patas de cerdo en salsa, un guiso especialidad de la casa del que sacan un sabor especial y una salsa deliciosa en la que el pan se convierte en protagonista involuntario, porque esa salsa, ¡hay que mojarla!
Aún hay más. Porque tras las patas, es el turno del pescado, un bacalao al ajoarriero, uno de los reyes de la gastronomía navarra al estilo más tradicional. Y aún hay un último plato que cada día varía, que consiste en un guiso, ya sea de cerdo, de ternera o pollo. A esas alturas de la comida, pocos estómagos quedan para 'bises', pero, por supuesto, la bandeja se queda sobre la mesa por si alguien quiere más.
Hay que tener en cuenta que hay que guardarse un hueco para el postre, porque no hay buena comida que se precie que no acabe con un dulce. Aquí, si se hace trabajar a la mente de los clientes porque se puede elegir entre Helados, leche frita, arroz con leche, natillas, queso con membrillo o tarta de queso, entre alguna que otra delicia más.
Y toda esta ingente cantidad de comida, independientemente de las veces que se haya repetido plato tiene un precio único y para todos igual: 28 euros.
Hace años que su fama de Casa Faustina se ha extendido por toda la comunidad y es complicado encontrar hueco para comer. Hay que tener en cuenta que sólo abre los sábados, domingos y festivos; aunque en verano abren también los miércoles, jueves y viernes.
Así las cosas, es conveniente hacer una reserva previa, porque suele estar bastante lleno siempre, aunque si vas sin reserva y tienes la suerte de que no se ha llenado el comedor, o si alguna mesa se ha levantado relativamente temprano, te pueden coger. Pero eso, a tenor de la cantidad de comida que se sirve, suele ser muy complicado.
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