El duelo en Navidad choca muchas veces con el ruido de diciembre: luces en las calles, comercios llenos y una agenda que se ha ido cargando de cenas y reuniones. Para quien ha perdido a alguien, esa imagen colectiva de alegría pesa más. Y la ausencia se hace visible en un detalle que lo resume todo: una silla vacía.
Para acompañar a estas personas, el programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación ”la Caixa” ha impulsado los encuentros "Es Navidad y hay una silla vacía". Se trata de espacios para compartir experiencias y recomendaciones para vivir estas fechas sin tener que hacerlo en silencio.
Las emociones del duelo —tristeza, rabia, miedo, nostalgia, soledad— no cambian por ser Navidad. Pero sí se intensifican en estas semanas. "No es solo un día señalado, son semanas enteras sintiendo la presión del entorno para estar bien", explica Marta Gutiérrez, psicóloga experta en duelo del equipo de atención psicosocial (EAPS) Mutuam del programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación ”la Caixa”.
Gutiérrez y su compañera Elisa Sanz, también psicóloga del programa, han conducido las charlas en Barcelona. En estos encuentros, celebrados en distintos puntos del territorio español, se han ofrecido recomendaciones de gestión emocional. Sobre todo, se ha creado un espacio donde las personas asistentes han podido compartir emociones y reflexiones, y sentirse escuchadas.
En esas conversaciones, se ha repetido una idea: la Navidad se ha convertido en un maratón emocional. Para muchas personas, empieza ya desde finales de noviembre con el encendido de luces. "Muchas personas nos dicen: 'Ojalá pudiera cerrar los ojos y despertar el 7 de enero'", asegura Sanz.
Una de las principales preocupaciones de quienes atraviesan el duelo en Navidad es el miedo a perder el control. En especial, el temor a venirse abajo delante de los demás. "el miedo a desmoronarse y no saber si podrán gestionar el cúmulo de emociones", explica Sanz.
Ese miedo, además, empuja a muchas personas a callar lo que sienten. Lo hacen por no “romper” el ambiente o por no mostrar fragilidad. "Muchos intentan proteger a los demás de sus sentimientos de duelo por no querer fastidiarlos, pero también por no mostrar su propia vulnerabilidad", añade.
Sin embargo, ese silencio dificulta la conexión que más se necesita en esta etapa. Para las psicólogas, compartir el dolor sirve para aliviarlo. "La experiencia nos dice que cuando las personas comparten y reconocen su dolor ese peso interior se aligera mucho", añade Gutiérrez.
El duelo también atraviesa a todas las generaciones. En el caso de los más pequeños, las profesionales insisten en respetar su manera de expresar lo que les pasa. "sobre todo, debemos dejarles ser y actuar como niños", señalan.
En Barcelona, han recordado que su oscilación emocional puede desconcertar a los adultos, pero forma parte de su adaptación. "Ellos pueden estar muy tristes y en dos minutos estar jugando contentos. Y es importante respetar esa oscilación porque es una herramienta que tienen", apunta la psicóloga.
También han aconsejado no excluirles de las decisiones sobre cómo se van a vivir estas fechas. Ayuda adaptar el lenguaje a su edad. Y es clave que los adultos nombren sus propias emociones para que los niños identifiquen mejor las suyas.
Con las personas mayores, la prioridad es no decidir por ellas. Las psicólogas recomiendan preguntar directamente cómo quieren pasar las fiestas. "Cuando están pasando un mal momento hay veces que necesitarán estar solos y es importante que lo comprendamos y lo respetemos, pero haciéndoles saber que estamos disponibles por si cambian de opinión o nos necesitan", afirma Gutiérrez.
Cada familia vive el duelo en Navidad de forma distinta. Incluso dentro del mismo hogar, las necesidades son muy diferentes. Por eso, subrayan que reconocer esas diferencias y hablarlas evita choques inesperados: "Si yo no comunico lo que necesito y tú tampoco me lo dices, será difícil llegar a un acuerdo y tendremos una reacción emocional inesperada", recuerdan.
Para poder responder a "¿qué necesito?", insisten en entender primero qué se está sintiendo. En estos encuentros, se ha repetido que ninguna emoción sobra. "Las emociones no son positivas ni negativas; son agradables o desagradables, pero todas tienen un mensaje y explican algo que nos pasa", afirma Sanz.
Aun así, no siempre se sabe poner nombre a lo que ocurre por dentro. El duelo es un vaivén constante, con momentos de bloqueo emocional. En ese contexto, “aguantar” por presión social tiene un coste. "Aguantar es la puerta de entrada a la ansiedad que muchas veces suele aparecer cuando tenemos presión social por continuar con las tradiciones", argumenta.
En la charla de Barcelona, Ana García Jorodovich comparte su experiencia personal. Perdió a su madre hace cuatro años y ha recordado el impacto inicial: "Cuando falleció entré en una depresión en la que no salía de la cama y no hacía más que dormir y llorar".
Ana ha explicado que sus primeras navidades las vivió en estado de shock. Y ha recordado el apoyo de su entorno más cercano: "Fue como si no las hubiera vivido. Mis hijos y mi marido se pusieron en mi lugar y me respetaron en todo momento. Nos fuimos a una casa que tenemos en Girona, rodeada de naturaleza, y sólo di largos paseos y poco más".
La Navidad, ha contado, estaba ligada a su madre y a una rutina muy concreta. Por eso, la ausencia lo alteró todo, incluso lo cotidiano. "No concebía el hecho de no ir a su casa. Junto con mi hermana, cocinábamos las tres allí, nos poníamos nuestra música, brindábamos juntas… Las primeras navidades no sabíamos ni dónde sentarnos".
Con el paso del tiempo, Ana ha ido transitando distintas versiones de estas fechas. Recuerda cómo rompió con la tradición en el segundo año. "Las segundas navidades fueron totalmente diferentes. Nos fuimos a un hotel, nos apuntamos a un spa y luego cenamos en el hotel. Rompimos con la tradición y no nos fue nada mal. En la mesa incluso contábamos chistes".
La llegada de su nieta también ha cambiado su forma de mirar la Navidad. Según ha explicado, le devolvió una alegría que no esperaba. "Ser abuela me cambió. Mi nieta me dio una alegría que hasta que no lo vives, no lo entiendes. Hizo que nuestras navidades volvieran a ser bonitas".
Para Ana, el acompañamiento ha sido clave, pero sin presión. Valora que su familia haya estado presente y, a la vez, haya respetado sus tiempos. "Mis hijos y mi marido han estado ahí siempre que los he necesitado, sin agobiarme, dándome mis espacios y mi tiempo. Eso es crucial porque, si no te entienden, tú te encierras en tu caparazón".
Además del apoyo familiar, ha contado que la terapia marcó un antes y un después. Ha recordado cuándo dio el paso y lo que supuso para ella. "A los ocho meses de fallecer mi madre inicié la terapia, que me ayudó muchísimo. Empecé a transitar el duelo y acabé abriéndome en canal. Creo que fue la mejor decisión que tomé".
Ana también ha puesto el foco en pedir ayuda a tiempo. Ha contado que, sin ese empujón, se habría quedado aislada. "Si no pides ayuda, te puedes quedar aislada durante años. Gracias a la terapia he podido encontrarme a mí misma y he aprendido a gestionar lo que siento. Marta me daba puntos de vista que yo no era capaz de ver", afirma.
Desde el acompañamiento profesional, Marta Gutiérrez ha explicado cómo se ajustan las recomendaciones a cada persona. Ha insistido en la escucha y en la historia de cada vínculo. "Escuchando a la persona, explorando su entorno, sus recursos, su historia vital, el vínculo que tenían y cuál ha sido su pérdida, podemos acompañar y dar recomendaciones más concretas", corrobora Gutiérrez.
Las psicólogas indican que no hay fórmulas iguales para todos. Pero sí una idea que se repite en cada encuentro: parar y revisar cómo se está. "La recomendación es darte un momento para parar, ver cómo estás y qué necesitas", reconoce Sanz.
En ese proceso, han defendido que hay que darse permiso para sentir, incluso cuando las emociones cambian de una hora a otra. "El duelo es un proceso que nos frena en seco. Hay que darse permiso para que afloren los sentimientos. Puede que en un momento sientas una cosa, y media hora después, otra diferente. Todo está bien cuando estamos en duelo".
Aunque se habla más de muerte y duelo, las profesionales reconocen que sigue siendo un tema tabú. Por eso, han defendido que hablarlo y acordar qué se quiere celebrar y qué no ha ayudado al entorno a apoyar mejor. «Es tan sencillo como escuchar y ser honestos. Se puede decir: “Mira, a mí me gustaría mucho esto, pero no me siento con fuerzas”».
También recuerdan que es válido mantener la celebración, pero integrando la ausencia de forma natural. Para muchas familias, nombrar a la persona que ya no está alivia la tensión. "Pequeños gestos como unas palabras en un brindis o compartir anécdotas para recordar a la persona que ya no está facilitan mucho. Así se evita ese efecto del elefante en la habitación del que nadie habla y se libera tensión", explican.
En plena Navidad, detenerse a escuchar las propias emociones es una estrategia sencilla y útil. Flexibilizar expectativas también ayuda. Y recorrer el duelo en Navidad acompañado —por familia, amistades, profesionales o grupos similares— facilita encontrar una nueva manera de habitar estas fiestas con esa silla vacía presente.