Es justo y saludable que los partidos se echen en cara unos a otros los problemas de corrupción de cada cual. Lo que ya no es tan saludable es que lo utilicen como coartada de los casos propios o que comparen de forma ridícula y fraudulenta la importancia de los ajenos con los propios cuando esa comparación da mucha risa.
En plena vorágine de la historia de la investidura y tras la muy reciente imputación del PP como partido por corrupción, irrumpe la Operación Taula en la Comunidad Valenciana, que de momento cosecha cerca de 30 detenidos, naturalmente también por presuntos delitos relacionados con la corrupción suprema.