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Opinión / San Fermín

La foto de San Fermín del 6 de junio: Javier Cejuela

Este fotógrafo pamplonés, a pesar de no ser profesional, firmó en dos ocasiones la foto de un cartel anunciador de San Fermín.

Encierro a la salida del callejón y entrada al ruedo de la plaza de toros (Foto Javier Cejuela, cortesía de la familia)
Encierro a la salida del callejón y entrada al ruedo de la plaza de toros (Foto Javier Cejuela, cortesía de la familia)

Javier Cejuela Nieto practicó varias aficiones con notable intensidad; entre ellas la fotografía. A pesar de no ser profesional, logró el trofeo más anhelado de los fotógrafos pamploneses, firmar el cartel de San Fermín, no sólo una vez, sino un doblete de dos años seguidos: 1970 y 1971.

Unos años antes, en 1966, fue galardonado con el primer premio del concurso de diapositivas del Ayuntamiento de Pamplona que estaba dotado con 5.000 ptas., copó además dos premios, quinto y noveno de 1.000 ptas.; de manera que recibió en metálico 7.000 ptas. Con ocasión de aquel triunfo fue entrevistado por la periodista M. Antonia Estévez que le preguntó sobre la luz para fotografiar el encierro, a lo que respondió: “Mal, muy mal sobre todo para el color. Hay que tener suerte y encontrar un día claro y con sol para conseguir buenas fotografías. Si no, la foto no se presta a sacar maravillas”.

En aquella entrevista habló también sobre las fotos morbosas del encierro, su opinión era: “Ya sé, ya sé. De todas formas, la fotografía reproduce la realidad y hay dos encierros, el encierro digámosle tétrico, accidentado y el normal. Yo prefiero el normal para hacer mis fotografías”.

La respuesta que dio cuando la periodista le preguntó cuál era el mejor tramo del encierro para fotografiar: “Hay varios: Estafeta, Ayuntamiento, Mercaderes… Pero yo apuesto siempre por el callejón para conseguir una diapositiva mejor. En él se pueden jugar muy bien con los contraluces y con la composición. Ya sabe, los chicos que salen corriendo hacía la plaza, abiertos en abanico y con los toros por medio. Sobre todo, ahora que el Ayuntamiento ha tomado medidas y que no se producen las aglomeraciones de antes, ahora los chicos salen más sueltos”.

En sus respuestas dejó claro que, ante todo, se consideraba un fotógrafo purista, predominantemente artístico, que trataba de conseguir la estética por encima de aspectos oportunistas o morbosos. Razón por la cual, cuando se construyó la plataforma sobre el callejón para las retrasmisiones de televisión, Cejuela se procuró un pase especial. Desde ese punto consiguió esas fotos peculiares, que tanto le caracterizaron, en las que mezcla el dramatismo del peligro que conlleva el encierro, con los efectos de los contraluces de las mañanas sanfermineras

En definitiva, su objetivo captaba la salida del callejón y la entrada al ruedo de la plaza de toros, atendiendo a una concepción más artística que a la crónica de un fotoperiodista. Era su lugar preferido al que dedicó casi todos los encierros. No fue una casualidad, por tanto, que el primer premio del concurso de 1966, del que hemos mencionado anteriormente, fuese adjudicado a una foto del encierro en ese punto y que cuatro años más tarde con otra lograse firmar el cartel de San Fermín.

Encierro a la salida del callejón y entrada al ruedo de la plaza de toros (Foto Javier Cejuela, cortesía de la familia)
Encierro a la salida del callejón y entrada al ruedo de la plaza de toros (Foto Javier Cejuela, cortesía de la familia)

Por ello, para el escalón de hoy estábamos obligados a seleccionar, de la colección de la familia, una foto del callejón. La que hemos escogido, aunque presenta un único toro, tiene los las particularidades propias del autor: contraluz y el abanico de corredores, chicos como él denomina, que se abren al entrar al redondel. Desgraciadamente no consta la fecha en la que fue tomada; ahora bien, hay una serie de detalles que delatan ser un encierro anterior a la mitad de los años sesenta.

Los corredores no visten de blanco, algo que se impuso años más tarde, algunos de ellos portan en la mano, a la antigua usanza, el periódico enrollado. Otra particularidad es el pavimento formado por piezas rectangulares, a diferencia de las actuales cuyos cantos curvos encajan a modo de puzle.

De todas formas, el detalle que llama la atención es la luz del sol que proyecta unas sombras alargadas. En 1922, cuando se inauguró la plaza, los corredores llegaban al ruedo con el sol de cara. En la actualidad el encierro al alcanzar el albero la zona está significadamente más ensombrecida que antaño. Algunos atribuyen esta alteración al cambio del horario de verano. Sin embargo, eso no tiene fundamento, puesto que, por lo general, los cambios horarios han mantenido idéntica luz. De hecho, desde 1901 la mayoría de los encierros (111) se han corrido a la misma hora solar, ya que el cambio de hora de verano ha conllevado la modificación del comienzo del encierro y de las corridas.

La verdadera alteración del contraluz se produjo con la elevación de la gradería alta, al ampliar el aforo de la plaza (de 12.240 a 19.529 espectadores), conforme al proyecto de Rafael Moneo, ejecutado en ocho meses entre octubre de 1966 y junio de 1967. Hay que tener en cuenta también un agravante y es que cada vez los encierros son más rápidos, en consecuencia el sol no llega a tomar altura sobre la gradería.

La foto del escalón de hoy está tomada en los tiempos que no había cámaras motorizadas, las de formato 6x6, como la que utilizaba Cejuela, eran de avance de carrete muy engorroso. Una curiosidad que la familia nos ha desvelado es el modus operandi de Cejuela para conseguir el máximo de instantáneas: llevaba un asistente cuya misión era pasarle las cámaras para evitar avanzar la película.

Su hijo Jesús era el asistente en el encierro, o como el mismo se define el “machaca” para entregarle las cámaras, nos lo relata así: “Mi padre iba con 5 o 6 máquinas. En los 20 segundos de encierro llegaba a utilizar todas. En la plataforma (sobre el callejón) se juntaba con 4 o 5 amigos, todos llevaban su machaca, se ponían de acuerdo cada día para ocupar el lugar”.

En el escalón de hoy hemos querido recordar a Javier Cejuela, cuyo legado fotográfico nos ha dejado una visión de Sanfermines callejeros de los primeros años sesenta que contrasta radicalmente con los actuales. Adicionalmente, en sus instantáneas del encierro encontramos unos contraluces intensos a la salida del callejón que difícilmente podrán repetirse; en parte por la elevación de la gradería alta de la plaza de toros y en parte por la rapidez de los encierros actuales. 

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