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COMERCIO LOCAL

Roberto, el hostelero boliviano que se ha ganado el corazón de un barrio de Pamplona

Regenta desde 2013 el Restaurante Bar La Traca y los vecinos del barrio están encantados de poder contar con un bar de estas características.

Roberto Campos, propietario del bar La Traca junto a su mujer e hijos. CEDIDA
Roberto Campos, propietario del bar La Traca junto a su mujer e hijos. CEDIDA

Roberto Campos Escobar salió de Bolivia a finales de 2006 destino Pamplona con una maleta y sin saber qué le aguardaba por delante. La situación política, social y económica de su país natal le empujó a tomar la drástica elección de emigrar y buscar un futuro mejor en España.  

Tres meses antes, su mujer, Epifanía Ramos, ya había emprendido la aventura y había recalado en la capital navarra, donde residían unos familiares. El miedo a lo desconocido y la extraña sensación de esperanza depositada en las noticias que le llegaban desde la Comunidad foral alentaron su determinación entonces; y ahora, cuando echa la vista atrás, no se arrepiente de nada. Lleva 16 años entre nosotros y ha encontrado la felicidad en una tierra que no sólo le dio oportunidades, sino que le ha acogido con el mismo cariño que él ha tratado de transmitir a los navarros.

De aquello hace ya 16 años, pero hace algo más de nueve, el mismo espíritu emprendedor que le llevó dejar Bolivia, le empujó a regentar el bar restaurante La Traca, en el corazón del pamplonés barrio de Iturrama; y a base de esfuerzo, constancia y saber adaptarse a las diferentes situaciones y a los distintos momentos, ha conseguido sacar adelante a su familia en un negocio en el que afirma que es feliz.

"Cuando mi mujer llegó a Pamplona, fue a Cáritas en busca de trabajo. La mandaron a Elizondo a cuidar a una persona mayor. Fue cuando me decidí a venir también yo. Al principio trabajé en la construcción, pero el que era mi jefe, que también tenía una sidrería en Ordoqui, necesitaba con urgencia un camarero. Yo les expliqué que aunque con 13 años trabajé de camarero en Bolivia, no sabía nada, pero insistieron, así que allí fui. Era para un banquete. Estuve 12 horas seguidas trabajando. Al día siguiente me dijeron que me desenvolvía bien, y si quería seguir trabajando allí", cuenta Roberto con cierta nostalgia cuando echa la vista atrás.

Roberto Campos tirando una caña en el bar restaurante La Traca. CEDIDA
Roberto Campos tirando una caña en el bar restaurante La Traca. CEDIDA

Así, recuerda que enseguida su mujer encontró acomodo como cocinera también en la sidrería. "Los dos aprendimos mucho allá. Mi mujer de cocina navarra y yo a desenvolverme en una barra o el servicio de sala". Roberto, que es de trato cercano, cayó bien a la clientela de la sidrería. "Soy muy sociable y me encanta charlar con los clientes", asegura; hasta el punto, que aprendió a hablar euskera en el Baztán. "A lo mejor no lo hablo muy fluido, pero entiendo casi todo lo que dicen".

Ambos estuvieron en la sidrería hasta 2012. La crisis que desde 2008 asoló a España y la dejó al borde del rescate económico retrajo el volumen de negocio del local y su jefe se vio obligado a despedirle. "Pacté con ellos que mi mujer se quedara trabajando hasta que encontrara trabajo, pero Elizondo se volcó conmigo. Ni un día me faltó trabajo: en el campo, en la construcción, me llamaban del Ayuntamiento... Pero hablé con mi mujer y decidimos venirnos a Pamplona para intentar establecernos por nuestra cuenta".

Antes intentaron coger traspasado algún local en Elizondo, pero, aunque surgieron algunas opciones, no llegaron a concretarse, así que, ya en Pamplona, y al poco de llegar, ya habían cogido La Traca, en el número 60 de la calle Iturrama, cerca de otros establecimientos de los que ya hemos hablado en esta sección de comercio local, como Al Gramo o Comics Pamplona.

"Era un bar de copas que había venido a menos con el auge de los distintos bares que se abrieron en Pio XII. Sus dueños querían dejarlo y nosotros cogerlo, pero no lo veíamos como un bar de noche, sino como un restaurante de menú, pinchos y bocadillos, como es ahora", explica Roberto.

Según relata, "todos se portaron muy bien con nosotros. El local no tenía salida de humos y los vecinos no nos pusieron ninguna pega, supongo que porque preferían un bar de toda la vida que uno de ambiente nocturno. También los dueños nos facilitaron todo lo que pudieron"; así que consiguieron abrir con mucho esfuerzo y sufrimiento a finales de 2013. 

Desde entonces, Roberto no ha dejado de buscar fórmulas para atraer clientes al local. "Al principio, mucha gente de Elizondo venía a comer. Si tenían que venir al hospital o a hacer alguna gestión, se pasaban por aquí. Repartí tarjetas de visita por todas partes y la verdad es que al principio todo fue sobre ruedas. La gente del barrio veía que venía mucha gente y comenzó también a entrar. Y así hasta hoy, que no me puedo quejar".

Roberto basó su negocio en el trato amable, el ambiente familiar y en la cocina casera de estilo tradicional navarro, tal y como Epifanía había aprendido en Elizondo. 

Ofrece pinchos recién elaborados al punto de la mañana, renovándolos y reponiendo continuamente a lo largo del día. Tiene un menú diario por 12 euros con seis primeros, seis segundos a elegir donde no faltan ensaladas, legumbres, pastas, arroces, verduras, carnes y pescados variados; así como fruta y postres dulces; además de pan, bebida y agua. Y tiene un reservado -la joya de la corona- donde ofrece intimidad para comidas de grupos y reuniones familiares o de amigos.

"Para hacer los menús nos dejamos asesorar por los clientes. Procuro estar muy atento a esos detalles y quedarme con las cosas que a la gente le gustan más para ponerlas en la carta", subraya Roberto, quien asegura que lo que más feliz le hace es sentir el cariño de la gente. "De lo que estoy más orgulloso estoy es de que la clientela del barrio me haya acogido desde el principio. No tengo ninguna pega. La mayoría de los clientes son como una familia, tenemos un grado de confianza importante y eso me enorgullece y me ayuda a tirar para adelante", confiesa.

Y no hay más que pasar un rato con él en La Traca para comprobarlo. La mayoría conoce su historia. Él sabe los gustos de sus clientes y hay una envidiable relación de cercanía "que ya es casi amistad".

"Por aquí pasa mucha gente al cabo del día y yo trato de ser cercano y respetuoso a la vez con ellos; y ellos conmigo. Hasta practico el euskera con los profesores de la ikastola de aquí enfrente. No sé si es por mi forma de ser o por la de ellos, pero me siento muy querido por la gente del barrio". Y es un sentimiento recíproco, porque los vecinos no dudan en contar con él para sus celebraciones. Su Facebook lo atestigua, con docenas de publicaciones de fiestas y reuniones de amigos que ha retratado para sus redes sociales. 

"Nos gusta animar a la gente, por eso, de vez en cuando hacemos fiestas, y los vecinos de Iturrama responden", cuenta. Rancheras, boleros, bailes, tangos, la tuna incluso algún guateque que otro, para disfrute del personal han tenido su espacio en La Traca. "Esto ha sido como un pequeño punto de encuentro para mucha gente". Hasta el punto, que la comunidad boliviana de Pamplona le ha pedido en alguna ocasión que cocinara platos típicos del país, "pero mi mujer casi no sabe cocinarlos. Lo suyo es la cocina tradicional navarra".

En el bar, en el que trabajan también su hijos, han tenido, como en todos los negocios, momentos peores y mejores, pero Roberto ha sabido reinventarse. "Creo que fuimos los primeros en sacar de lo viejo el juevincho, y tenías que ver cómo se ponía el bar los jueves por la noche. La cocina no daba abasto". Luego llegó la pandemia y el confinamiento, pero de nuevo Roberto comprendió pronto las necesidades de la gente y comenzó a atender pedidos a domicilio con un sistema de reparto propio. "Fue un exitazo. No hemos vendido tantos bocadillos, hamburguesas y menús como en aquel tiempo en el que se podía salir, se podía trabajar, pero no nos dejaban abrir los bares al público".

Roberto Campos, propietario del bar restaurante La Traca. CEDIDA
Roberto Campos, propietario del bar restaurante La Traca. CEDIDA

La Traca es además un excelente lugar para ver los partidos de Osasuna. "Viene mucha gente los días de partido y se forma un ambiente muy majo", asegura.

En definitiva, con La Traca el barrio de Iturrama suma un establecimiento de hostelería de los de toda la vida; los clientes alguien cercano que les atienda con cariño, y Roberto el corazón de todos ellos.


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Roberto, el hostelero boliviano que se ha ganado el corazón de un barrio de Pamplona