Pese a la evolución de Pamplona en los últimos tiempos, algunos barrios de la ciudad siguen manteniendo sus señas de identidad y resisten al paso de los años.
Uno de las zonas que mejor ejemplifica esta situación la protagoniza el barrio de la Milagrosa. Un espacio que ha vivido un gran cambio poblacional debido a la llegada de inmigración y envejecimiento de sus vecinos más fieles pero que en otros aspectos como el comercio local o la hostelería todavía alberga entre sus calles a los 'clásicos' con décadas de actividad a sus espaldas.
Y que mejores clásicos en un barrio que sus bares y tabernas, que gracias al sudor, esfuerzo y empeños de sus dueño, siguen llenando de alegría y buen comer.
En el caso de la Milagrosa, el cuarteto de Bodegas Leyre, Bodegas Nuñez, Taberna Albéniz y El Mochuelo configuran el máximo exponente de bar de barrio inalterable en el tiempo.
El más antiguo de ellos es Bodegas Leyre, con más sesenta años de historia tras su apertura en 1957 y que comenzó como almacén de vinos. Fue ya en 1989 cuando pasó a ser una casa de comidas donde la tradición y lo casero ganan por goleada.
Así lo atestiguan sus menudicos de cordero, puchero de garbanzos, ajoarrieros o huevos rotos que en cada almuerzo y comida llenan las mesas de este bar de la calle Manuel de Falla 23 en el barrio de la Milagrosa.
Un clásico de Pamplona regentado actualmente por Alberto Urralburu, de 50 años, que no para durante todo el año y sólo descansa los sábados por la tarde y domingos.
"Tenemos un menú de 13 euros sin café con una quincena de platos y postre. Aquí vienen muchos trabajadores y obreros de la zona. Tenemos fama de referentes para comer en Pamplona sin gastarte 30 o 40 euros", señaló en su día Urralburu a Navarra.com.
A tan sólo dos manzanas se encuentra Bodega Nuñez, también un clásico de la Milagrosa por sus almuerzos y platos tradicionales desde que abriera las puertas en el año 1969, en la calle Isaac Albéniz.
Con una esencia muy similar, en su caso cuentan con un gran comedor para 60 personas donde pedir menú del día o carta. Además de los típicos ajoarriero o agradas con tomate, en Bodega Nuñez tienen por especialidad el cordero lechal y prepararan también comida para llevar.
Tras más de 55 años abiertos ahora las riendas del negocio las llevan los hermanos José y Carmen Núñez Lizaso, hijos de los fundadores Joaquín y Mari Carmen.
"Nosotros vivimos en esta misma calle, donde vivía mi madre de toda la vida. Hemos nacido aquí y conoces a todo el mundo, eso que el barrio ha cambiado. Esto era como un pueblo y saludabas a todos", asegura Carmen Nuñez. No obstante, estos dos hermanos dudan que la tercera generación vaya a dedicarse al negocio familiar.
Un oficio bonito "pero muy sacrificado" donde el día de cierre (domingo) incluso se dedica al trabajo de dejar preparado el bar para la semana que comienza.
También en la calle Albéniz se encuentra el tercer bar de la Milagrosa que conforma el cuarteto de los clásicos del barrio. Se trata de la Taberna Albéniz, un pequeño bar que hace esquina y que se ha reconvertido para seguir atrayendo clientes a su establecimiento.
En su caso, el aspecto tradicional de las bodegas ha dejado paso a un bar clásico pero con tintes modernos en su mobiliario y con las tortillas de patatas como estrellas de la barra.
Abierto al público en 1985, la Taberna Albéniz vive en 2023 una segunda juventud con el corellano Pedro Jesús Sanz Benito a los mandos del negocio. Aquí lo que se pide son los fritos caseros de huevo o pimientos, la croqueta y la tortilla de patatas: la clásica, de bacon y alioli o de setas con queso.
Echarse una cerveza es otro de los atractivos de la taberna. Su variedad de cervezas artesanas, que van rotando en carta, en tirador hacen de la Taberna Albéniz una referencia para los amantes de esta bebida.
El último bar de esta cuadrado de lo auténtico en la Milagrosa es El Mochuelo. Un establecimiento con también mucha historia en el barrio y que se mantiene fiel a sus especialidades de la cocina gallega.
Bautizado en sus inicios Marañón, lleva más de cincuenta años con el nombre de El Mochuelo y con Ángel Urtasun e Isidro Mendibe desde hace 22 como propietarios. Antes de ellos, perteneció a un matrimonio gallego, Marisa y Valeriano, que fueron los que llevaron el pulpo, lacón y pimientos del padrón a las cocinas.
Jubilados en el 2000, Urtasun y Mendibe vieron entonces la oportunidad de tomar las riendas del negocio manteniendo "inalterable" su esencia. Para ello, aprendieron de Marisa y Valeriano a cocer el pulpo y asar el jamón y en tan solo quince días ya se pusieron manos a la obra.
Además de la comida típicamente gallega, los chipirones, ajoarrieros, albóndigas y cazuelicas completan una carta donde todas las elaboraciones son caseras. Hasta el nombre es de la casa: Mochuelo hace referencia a la antigua denominación de la Milagrosa, en honor al guerrillero carlista Urbano Igarreta quien empleaba el asalto nocturno desde los árboles como si fuera un mochuelo como táctica y regentó una conocida venta en la zona.
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