PAMPLONA
El enigma del paseo Valencia en Pamplona ¿Por qué muchos llaman todavía así al Paseo de Sarasate?
A inicios del siglo pasado, el ahora paseo de Sarasate no tenía un nombre oficial, pero los pamploneses lo conocían como Paseo de Valencia.

El Paseo de Sarasate, ubicado en el centro de Pamplona, es uno de los espacios más emblemáticos de la capital navarra. Conocido por ser un punto de encuentro y un símbolo de la identidad local, este lugar alberga instituciones clave, eventos culturales y una rica historia. Sin embargo, un detalle curioso persiste en la memoria de muchos pamploneses: ¿por qué algunos aún lo llaman Paseo de Valencia? Este reportaje explora el origen de ambos nombres, la importancia del paseo en la ciudad, la figura de Pablo Sarasate y las razones detrás de esta doble denominación.
El Paseo de Sarasate conecta el Casco Antiguo con el Primer Ensanche, consolidándose como un núcleo vital de la ciudad desde finales del siglo XIX. Este amplio bulevar, flanqueado por árboles y edificios históricos, es el escenario de eventos como la Tómbola de Cáritas, que cada mayo atrae a miles de personas durante las fiestas de San Fermín, y de exposiciones al aire libre que dinamizan la vida cultural pamplonesa.
El paseo también es un centro administrativo y simbólico. En él se encuentran el Parlamento de Navarra, el acceso principal al Gobierno de Navarra y la antigua sede del Banco de España, hoy convertida en espacio cultural. Además, alberga la estatua de los Fueros, inaugurada en 1903, un monumento que representa las libertades históricas de Navarra y es un emblema de orgullo regional.
Pese a su nombre oficial, dedicado al violinista Pablo Sarasate desde 1903, el apodo Paseo de Valencia sigue vivo entre algunos vecinos. Este fenómeno, lejos de ser una simple anécdota, revela una historia que entrelaza la vida cotidiana de Pamplona con su pasado.
El nombre oficial del paseo rinde homenaje a Pablo Martín Melitón de Sarasate y Navascués (1844-1908), uno de los músicos más destacados del siglo XIX. Nacido en la calle San Nicolás de Pamplona, Sarasate mostró un talento excepcional desde temprana edad. A los 13 años, en 1857, obtuvo el primer premio de violín en el Conservatorio de París, un hito que marcó el inicio de una carrera internacional.
Sarasate, virtuoso del violín, compositor y director, llevó su música a escenarios de Europa y América. Obras como Zigeunerweisen y Carmen Fantasy lo convirtieron en una figura admirada por compositores como Saint-Saëns y Bruch, quienes le dedicaron piezas. Su legado sigue vivo en la Orquesta Pablo Sarasate, fundada en 1879, y en el conservatorio que lleva su nombre en Pamplona.
En 1900, Sarasate adquirió la Villa Navarra en Biarritz, un refugio donde descansaba tras sus giras. Allí falleció el 20 de septiembre de 1908, a los 64 años, víctima de una enfermedad pulmonar. Sus restos fueron trasladados a Pamplona, donde, tras una capilla ardiente en el Ayuntamiento, fueron sepultados en el cementerio de San José. Desde entonces, cada 1 de noviembre, la ciudad le rinde homenaje con una corona de flores, un concierto y un responso en su panteón.
El Ayuntamiento decidió nombrar el paseo en su honor en 1903, cinco años antes de su muerte, reconociendo su contribución al prestigio de Pamplona. Sin embargo, el nombre previo, Paseo de Valencia, ya estaba profundamente arraigado en el imaginario local.
Antes de 1903, el paseo no tenía un nombre oficial, pero los pamploneses lo conocían como Paseo de Valencia. La explicación más aceptada, según el historiador José Joaquín Arazuri, apunta a Prudencio Valencia, un influyente escribano del siglo XIX. Su despacho, situado entre las calles Lindachiquía y Comedias, era un lugar frecuentado por los vecinos para realizar trámites administrativos, como contratos o testamentos. La popularidad de Valencia llevó a que los pamploneses asociaran el paseo con su apellido, bautizándolo informalmente.
No existen documentos definitivos que confirmen esta teoría, pero la hipótesis de Arazuri es ampliamente aceptada por su coherencia con las costumbres de la época. Los nombres de calles y plazas, en ausencia de denominaciones oficiales, solían surgir de referencias prácticas, como la presencia de un vecino destacado o un edificio relevante.
El cambio de nombre a Paseo de Sarasate en 1903 no logró erradicar el apodo. La costumbre de llamar al lugar Paseo de Valencia persistió, especialmente entre las generaciones mayores. La confusión se agravó en los años 70, cuando el Ayuntamiento, en una decisión controvertida, oficializó temporalmente el nombre de Paseo de Valencia. La medida, que duró poco, respondió a un intento de recuperar denominaciones populares, pero la presión por mantener el homenaje a Sarasate prevaleció, y el nombre original fue restituido.
El doble nombre del Paseo de Sarasate refleja la riqueza histórica de Pamplona, una ciudad donde las tradiciones conviven con los homenajes a sus figuras más ilustres. Por un lado, el nombre de Sarasate celebra la excelencia artística y el alcance global de un pamplonés que conquistó el mundo con su violín. Por otro, el apodo Valencia evoca la vida cotidiana del siglo XIX, cuando un escribano, con su despacho en el corazón de la ciudad, dio nombre a un lugar que ya era punto de encuentro.
Hoy, el Paseo de Sarasate sigue siendo un espacio vibrante, donde la historia, la cultura y la política se entrelazan. Su doble denominación no es una contradicción, sino un testimonio de cómo los lugares, como las personas, pueden llevar varias identidades a la vez. La próxima vez que camines por este paseo, recuerda: estás pisando un escenario donde resuenan tanto el eco de un violín inmortal como el murmullo de un Pamplona que nunca olvida su pasado.