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SOCIEDAD

El sorprendente origen del escudo de Navarra: cadenas rotas y la esmeralda de un califa conquistado

Repasamos el origen sobre la creación del escudo de Navarra con motivo de la celebración del Día de la Comunidad foral este 3 de diciembre. 

Despliegue de la bandera de Navarra en la explanada del Castillo de Javier. IÑIGO ALZUGARAY
Una mujer fotografía una bandera de Navarra. IÑIGO ALZUGARAY

Este martes, 3 de diciembre, se celebra el Día de Navarra, coincidiendo con la festividad de San Francisco Javier, patrón de la Comunidad Foral.

Este día, además de ser un homenaje a su legado, también invita a recordar los símbolos más representativos de Navarra, como su bandera y escudo. Aunque ambos son fácilmente reconocibles por su intenso color rojo, pocos conocen los detalles históricos que forjaron su diseño y las disputas políticas que marcaron su regulación.

El escudo de Navarra tiene como elementos centrales las cadenas doradas y una esmeralda verde, símbolos que evocan la histórica Batalla de las Navas de Tolosa de 1212. En esta batalla, el rey navarro Sancho VII "el Fuerte" jugó un papel clave en la victoria cristiana sobre las tropas del califa An-Nasir, conocido como Miramamolín el Verde. Según la tradición, las fuerzas navarras rompieron las cadenas que protegían el campamento del califa, liberando a los esclavos y marcando un momento decisivo en el combate.

Como trofeo, Sancho "el Fuerte" incorporó las cadenas al escudo y se llevó la esmeralda verde del turbante de An-Nasir. Ambos elementos quedaron para siempre asociados al legado histórico de Navarra, destacando el valor y la determinación de sus habitantes.

La ratificación de la Constitución española de 1978, el 6 de diciembre, marcó un hito para las comunidades autónomas al reconocer su derecho a regular sus propios símbolos. En Navarra, esto abrió el camino para que se recuperara el diseño del escudo vigente antes de 1931, dejando atrás las modificaciones introducidas durante la dictadura. Este proceso comenzó con acuerdos del Consejo Foral en 1978, pero pronto enfrentó un largo y polémico debate.

En 1979, tras la constitución del Parlamento Foral de Navarra, las fuerzas políticas comenzaron a discutir el futuro del escudo. La controversia se centró en la eliminación de la Cruz Laureada de San Fernando, otorgada a Navarra en 1937 como reconocimiento militar por su papel en la Guerra Civil. Mientras que la izquierda y los nacionalistas vascos, como expresó Gabriel Urralburu (PSOE), consideraban que debía retirarse para eliminar vestigios franquistas, representantes de partidos como UCD y UPN defendían su permanencia.

En octubre de 1980, el Parlamento Foral aprobó un proyecto de norma que describía el escudo como se conoce hoy: cadenas de oro sobre fondo rojo, una esmeralda en el centro y la Corona Real. Este diseño, basado en modelos anteriores a 1937, excluyó la Laureada, lo que generó un intenso debate social y político. Algunos ayuntamientos se opusieron a esta decisión, proponiendo incluso consultas populares.

La aprobación definitiva llegó en 1981, tras un voto secreto en el Parlamento Foral. Sin embargo, el proceso no estuvo exento de tensiones a nivel nacional. El Consejo Supremo de Justicia Militar solicitó la anulación de esta decisión, argumentando que la supresión de la Laureada menospreciaba la institución militar y vulneraba la Constitución. En respuesta, el Consejo de Estado emitió un dictamen en 1982 afirmando que Navarra no había renunciado formalmente a la Laureada, permitiendo que su uso quedara como un elemento ornamental opcional.

Finalmente, el escudo de Navarra quedó ratificado en el Amejoramiento del Fuero, aprobado por las Cortes Generales en 1982, consolidándose como símbolo oficial de la Comunidad Foral. Este proceso legislativo marcó un equilibrio entre la tradición histórica y las sensibilidades políticas del momento.

El escudo de Navarra, tal como lo conocemos hoy, no solo refleja un legado histórico que se remonta a las gestas de Sancho "el Fuerte", sino también un proceso de democratización y consenso político tras la Transición española. Sus elementos—las cadenas, la esmeralda y la corona—siguen siendo un recordatorio del valor, la resistencia y la pluralidad que caracterizan a Navarra.

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