SOCIEDAD
El encantador pueblo navarro que brilla en otoño con sus paisajes de ensueño
Se encuentra cerca de Pamplona y cuenta con un gran interés turístico.
Cuando llegan los primeros tonos ocres y dorados del otoño, Navarra se transforma en un espectáculo de luz y color.
Los bosques cambian sus colores y los pueblos recobran una calma especial que invita a la visita. Entre ellos destaca un lugar que, aunque poco conocido fuera de la comunidad, ha conquistado a quienes buscan escapadas tranquilas y paisajes de postal.
Se trata de Elizondo, capital del Valle del Baztán, un enclave mágico que en otoño se convierte en uno de los escenarios naturales más bellos del norte de España.
Su encanto ha sido tal que incluso ha sido utilizado como plató de cine, lo que ha contribuido a aumentar su fama en los últimos años.
A unos 57 kilómetros de Pamplona, Elizondo aparece entre montañas y ríos. El río Bidasoa atraviesa el casco urbano y forma parte esencial de su identidad, con puentes de piedra que conectan barrios y casas de fachadas rojizas y balcones de madera. En otoño, la luz cae suave sobre los tejados y el reflejo del agua multiplica la sensación de calma.
Los visitantes suelen detenerse en los miradores o junto al puente de Txokoto, uno de los rincones más fotografiados.
Elizondo ha sido escenario de rodajes cinematográficos que han mostrado su belleza al mundo, como en la famosa trilogía del “Baztán”, basada en las novelas de Dolores Redondo. Pero más allá del interés cultural, el pueblo ha sabido conservar su esencia tradicional, con calles empedradas, tiendas familiares y una arquitectura que refleja siglos de historia.
En esta época del año, el olor a leña y la humedad del valle acompañan los paseos, y los restaurantes locales ofrecen platos de temporada con productos del entorno: hongos, carne de caza y postres.
La visita a Elizondo puede extenderse fácilmente a otras localidades del Valle del Baztán, donde el paisaje otoñal se vuelve aún más espectacular.
Muy cerca se encuentra Amaiur (Maya), un pequeño pueblo histórico que conserva un arco de entrada y las ruinas de un castillo en lo alto de una colina. Desde allí, las vistas sobre los valles teñidos de ocre son impresionantes.
También merece la pena acercarse a Garde, un rincón escondido en la Merindad de Sangüesa rodeado de hayedos y sendas boscosas.
Otro de los pueblos más recomendables para esta estación es Ochagavía, en el Pirineo navarro, famoso por su puente medieval y su cercanía a la Selva de Irati, uno de los bosques más extensos y coloridos de Europa en otoño.
El recorrido puede completarse con una parada en Torres del Río, cerca de Estella, donde la iglesia del Santo Sepulcro, de origen templario.