Me preocupó bastante la sesión de la comisión de Economía celebrada el martes en el Congreso de los Diputados, en la que el ministro de Economía (y de no sé ya cuántas cosas más) en funciones, Luis de Guindos, fue severamente vapuleado por diputados de la oposición, a cuenta de sus explicaciones por el fallido nombramiento del ex ministro José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial.
Pienso que, tras la fallida investidura de Mariano Rajoy, se extiende por toda España, más como chascarrillo que como verdadera convicción, la especie de que el país puede funcionar perfectamente sin Gobierno, o con un Gobierno en funciones, que es como tener un Ejecutivo con una mano atada a la espalda y la otra esposada a una farola.