- domingo, 06 de julio de 2025
- Actualizado 00:53
Esto es más antiguo que el hilo negro, aunque alguno se desgañite gritándote como ese carterista al que trincas con su mano dentro de tu bolsillo, en el metro, y que para zafarse empieza a llamarte, como un energúmeno, racista, cuando le dices que qué coño hace con su puta mano en tu bolsillo.
A mi compañero columnista de por aquí, Laporte, me consta que le jode que cuelgue fotos desde las terrazas en las que escribo bajo el título de “mi oficina”. No le voy a hacer ni puñetero caso, por chinchar, y voy a contar lo que veo, cervecita fresca en mano, desde esta en la que me encuentro, en pleno baluarte del Redín, esperando a los bárbaros.
Salvo honrosas excepciones, y suicidas, un par o tres de bares que adoro donde aún pelean por traer grupos en directo, el mejor lugar para la cultura musical en Pamplona es la estación de autobuses: coges un bus y en cinco horas te plantas, por ejemplo, en Madrid para ver los conciertos que quieras.
Cada uno tendrá su método para saber si un disco es bueno o no. El mío es tan sencillo como bajarme al coche, meter el cedé, subir el volumen a tope, tensar primero el aire del interior para después, abrir las ventanillas y esperar la reacción de los peatones en los pasos de cebra con el oxígeno inflamado que sale de dentro.
Siempre está bien volver a tus raíces, a tus ancestros, sangre de tu sangre, a todo aquello que generación tras generación ha forjado tu estirpe, a tu errehache negativo, yo qué sé, a aquello que sabes que te marcó en tu juventud y que ha hecho que seas como eres en el presente: Trainspotting.
Bueno, pues ya está aquí, a la bandera del peneuve (micromachismo) ya le han abierto la puerta para que sea colocada y colocado, enchufada y enchufado, en todos y todas los balcones y balconas de los ayuntamientos y ayuntamientas de Navarra/varro (me pagan por palabras y por palabros, es lo que hay amados lectores y amadas lectoras).